Don Ramón María del Valle Inclán, un marqués de Bradomin falso primero y, al cabo, legítimo por la voluntad del pueblo encarnado en la corona de don Juan Carlos I, no fue el único salto temporal que nos brindó la sesión inaugural de la legislatura que corre pero sí el mejor de todos. Su señoría don Agustín Zamarrón, presidente temporal del Congreso por ser el de más edad, acaparó los flashes de las cámaras al presentarse como la imagen misma del autor del Tirano Banderas y digo yo que el parecido no sería casual sino buscado. La política española lleva ya décadas en busca de referencias ya sean literarias o cinematográficas para poder dotar al yermo de un poco de contenido, de una referencia interesante. El gesto más celebrado del encuentro entre Pablo Iglesias y el rey Felipe VI fue el regalo que le hizo el líder de Podemos al monarca de la serie de televisión Juego de tronos, según dicen el mejor tratado de prácticas políticas desde que Maquiavelo aconsejaba a los príncipes aunque, bien mirado, la referencia debería ser la de los estudiosos de la guerra, como Von Clausewitz, y no la de los filósofos. Quienes saben de estrategia apuntan a que el dominio de los cielos lo es todo y, contando con dragones „tres al principio, uno al cabo pero suficiente para destruir la ciudad del enemigo„, hacer la guerra está tirado. No sé dónde he leído que las familias que le pusieron Daenerys a una hija están que trinan con la temporada final de la serie del trono de hierro e incluso Iglesias, que no se cambió el nombre porque no le hacía falta „el que lleva supone otro salto en el tiempo magnífico„, renegó en las redes sociales del guion final. Ahí es nada, la madre de dragones, protectora del pueblo y liberadora de esclavos, disfrazada de Reichsführer ante un escenario digno de Joseph Goebbels, el primer artífice de la ilustración pública, y arengando a los fieles animándoles a dejar al mundo entero bajo un solo yugo.

En los albores del invierno que viene nos dejaron la serie de la televisión y el Palacio de Congresos. Llenos de lamentos porque está claro que algo importante se acaba y tardaremos años en disponer de la secuela „o precuela, quién sabe„ que nos devuelva el interés. Valle Inclán duró un suspiro en la mesa presidencial pero lo sustituyó quien va a llevar la cámara de la mano. No se sabe si Batet se inspirará en Danaerys, Cersei, Samsa o en la más interesante de todas las referencias, Arya con su aguja mortal. Pero abrió la puerta a los saltos del tiempo dejando que cada diputado jurase su compromiso con la Constitución como quisiera. Oriol Junqueras lo hizo desde el compromiso republicano, como preso político y por imperativo legal. Lástima que, invocando su condición de católico fervoroso, no prometiese desde el compromiso religioso, como alma pecadora y por amor a la Virgen María, cosa que le habría brindado aún más titulares callándole la boca, de paso, a las tres derechas. Sea como fuere quedó claro que el futuro consiste en peinar (es un decir) las barbas canas de Valle Inclán.