Las elecciones municipales de 2019 han dado un vuelco al mapa político en A Coruña. Más a la izquierda que a la derecha. Pero, en la práctica, la próxima Corporación municipal verá reflejada en su espejo a la actual. Cambiará el Ejecutivo local, de alcalde se evolucionará a alcaldesa, el bastón de mando lo empuñará una socialista -salvo imprevisto giro de los acontecimientos- y debutarán 18 concejales. Dos tercios de los protagonistas se renovarán pero la política municipal consolidará el guion de los últimos cuatro años: la inexcusable obligación de PSOE y Marea Atlántica de llegar a acuerdos que garanticen la estabilidad necesaria para gobernar la ciudad.

Los electores han aupado al PSOE de Inés Rey y han destronado a la Marea de Xulio Ferreiro, pero de la mayoría de votos progresistas, en la que se incluyen los del BNG de Francisco Jorquera, se deriva la encomienda de que sellen acuerdos en beneficio de la ciudad. No se trata de que PSOE y Marea renuncien a principios básicos y fundamentales de sus programas electorales, sino de que encuentren puntos en común, los que no hallaron en este mandato que agoniza y que sin duda tienen, y de que garanticen la estabilidad política del Ayuntamiento y eviten la pérdida de tiempo y de esfuerzo, que agota a los ciudadanos -seguro que a ellos mismos también- y perjudica a A Coruña.

Los primeros pasos de los partidos en la misma noche electoral se ciñeron a los cánones de hace cuatro años. El PP se reivindica como el más votado -el consuelo al que se agarró también en 2015- la fuerza mayoritaria en la izquierda -ahora el PSOE- asume el encargo de gobernar y las dos minoritarias en ese flanco -Marea y BNG- apuntan a una investidura progresista.

El primer paso en firme lo dio la popular Beatriz Mato, al proponer por carta a PSOE y Ciudadanos conformar una amplia mayoría de gobierno, encabezada por ella misma, que evite la entrada de Marea y BNG en el Ejecutivo local. Antes de escribir la primera letra, Mato sabía que su oferta estaba condenada al fracaso porque, aceptarla, condenaría al PSOE ante sus votantes. La nueva líder del PP en el Concello se situó así en un plano institucional y constructivo al que los populares no nos tenían acostumbrados en el último mandato. Horas antes, su aún portavoz en el Concello, Rosa Gallego, anticipaba un "pacto de perdedores" entre PSOE y Marea, obviando que, de serlo, sería el mismo que busca su partido en Madrid con Ciudadanos y Vox. Y olvidando que, a diferencia de la famosa proclama de Mariano Rajoy, el sentido estricto de la regla electoral no es que el vecino elija al alcalde, sino que el vecino elige a los concejales y éstos, al alcalde, en una política de acuerdos a la que no nos han acostumbrado.

El juego político ofrece a PSOE y Marea varias opciones para dar estabilidad al gobierno en María Pita: acuerdo de investidura, alianza programática, gobierno de coalición, pactos ocasionales en temas concretos... La fórmula, en este caso, importa menos que el fin. Bastará que sean generosos unos con otros y que intenten dejar atrás los serios encontronazos de los últimos años. Negociar sin rencores, aunque el cuerpo les pida lo contrario.

Sería ingenuo no asumir que en la solución también pesará la estrategia política. Sin duda existirá. Cada formación política debe defender su espacio, es evidente, pero el equilibrio es posible. El vértigo del PSOE al desgaste de sentirse rehén de otras fuerzas; la desconfianza de Marea a entrar en una coalición en la que se diluyan sus méritos y sean acaparados por la fuerza mayoritaria... y otras dudas que hayan surgido o vayan a surgir por el camino deben superarse en la negociación inicial y el posterior desarrollo de los acuerdos.

Quedan por delante quince días de negociación cuyas conclusiones deberán ser refrendadas por las bases de los tres partidos de izquierda. La decisión del PSOE de no marcar líneas rojas, de preguntar primero a Marea qué opción prefiere, si quiere o no entrar en el Gobierno local de Inés Rey, suaviza este camino y supone un conciliador punto de partida. Que se digan lo que quiere cada uno, honesta y francamente, lo que esperan del contrario, y que lleguen a acuerdos para que los próximos cuatro años sean mejores que los anteriores.