Roberto Costas (A Coruña, 1973) volverá a presidir otros cuatro años la delegación local del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG). Defensor de planes integrales para la recuperación de espacios urbanos, concibe las ciudades con el peatón como referencia, pero lamenta la lentitud de las transformaciones.

Hace cuatro años aludía a sumar entre compañeros y a que A Coruña tuviera peso en el colegio gallego. ¿Lo han logrado o hay que poner más empeño?

Las ideas de los arquitectos son las mismas o parecidas. Tenemos cuatro años de experiencia y vamos a trabajar para defender los intereses de los colegiados y para dialogar y comunicarnos con la sociedad a través de nuestras actividades. Que desde el colegio no falte la aportación de ideas y de puntos de vista sobre lo que pasa en la ciudad y en su entorno.

¿Se ha tenido suficientemente en cuenta al COAG en las administraciones estos años?

Siempre se nos tiene en cuenta porque no hemos dejado de aportar desde un punto de vista profesional implicado, con opiniones fundadas. En tiempos de bonanza hubo mucha generosidad por parte del colegio a la hora de decir qué edificios han de catalogarse o qué arquitecturas hay que conservar por el bien de todos. Y eso la ciudad lo ha valorado.

Pero en la crisis...

La construcción, nuestro trabajo, ha ido paralelo a la crisis económica y no hemos tenido tanta intensidad como antes. Ganas no faltaban, pero no había capacidad. Estamos remontando y vuelve a haber dinero para apostar por proyectos arquitectónicos.

¿Se ha tenido que reinventar el arquitecto para sobrevivir?

Sin duda. Algunos compañeros han tenido que marcharse de aquí. O hemos tenido que buscar trabajo en el diseño gráfico, el diseño industrial y de páginas web. El abanico que antes no estaba abierto, de repente se abrió, y, modestia aparte, la formación del arquitecto en España es amplia y muy buena, lo que le ayuda a poder entrar en otros campos.

¿La rehabilitación de los espacios públicos y la primacía del peatón en la ciudad, ideas que ustedes defienden, son aún hoy asignaturas pendientes?

Lo son. Hemos heredado la concepción de la ciudad como un lugar para el vehículo y eso hay que cambiarlo. La movilidad está muy relacionada con la forma de vivir la ciudad, de encontrarse e intercambiar. La ciudad es para el peatón y espacios destinados al coche deben rehabilitarse para la gente, no puede primar el vehículo. Por ejemplo, es buena iniciativa derribar el viaducto de la ronda de Nelle y recuperar ese espacio para el ciudadano.

Es raro el gobierno que no incide en la movilidad blanda. ¿Por qué las actuaciones en ese sentido se ralentizan?

No sé a qué se debe. ¿No hay recursos? Habrá que esperar a que los haya. Pero no creo que sea tan costoso tirar una pasarela y crear un paso de peatones. Esa idea de movilidad está más que asentada en la mentalidad de políticos, de ciudadanos, de todos... Pero su aplicación es muy lenta.

¿Los ciudadanos, entre los que hay muchos conductores, están verdaderamente concienciados de esa idea?

Creo que está concienciadísima. En la avenida de Arteixo hay muy pocos pasos de peatones desde el Palacio de la Ópera a A Grela, y la gente no quiere jugarse la vida cruzando la calle ni desplazarse varios metros para encontrar un paso de peatones. Ahora bien, ¿hay concienciación para dejar el coche en casa e ir al trabajo en bus o bicicleta? Un nuevo mapa de rutas, nuevas frecuencias, eso lo tiene que haber también. Son caminos abiertos a los que hay que dar el impulso final.

Otra rehabilitación pendiente, la de los edificios en mal estado, con casos ruinosos en el Orzán. ¿Tan difícil es hallar soluciones y renovar zonas?

La solución es difícil, pero el enfoque para atacar el problema no parece tan difícil. ¿Por qué no hay degradación urbana en la calle Real y sí unos metros más arriba? En una zona están casi todos los bajos ocupados, no hay ruinas, pero en la otra no funciona el comercio y hay menos servicios. Es otra ciudad, de posguerra. Porque no hay un plan de comercio, ni para favorecer la rehabilitación de viviendas, ni para atraer inquilinos. Esto da a entender que hay que desarrollar planes integrales estratégicos para acometer problemas desde varias disciplinas. Pero no es fácil. Como tiene que pasar en la Ciudad Vieja, no solo quitar los coches, sino favorecer a quienes tienen negocios allí.

¿Cómo conciben los arquitectos la transformación del borde marítimo de la ciudad?

Es otro proyecto complicado, pero la zona más ilusionante para cambiar. Sin consenso de las administraciones, será difícil decidir qué uso le queremos dar a zonas que dentro de poco perderán las actividades que ahora tienen. Hay que saber aprovechar valores económicos, como la lonja.

¿A Coruña alimenta la vocación transformadora de los arquitectos?

Los coruñeses siempre nos hemos sentido orgullosos de nuestra ciudad e ilusionados con los cambios. El avance de la ciudad nos implica a todos, y para eso reivindico los concursos de ideas, más frecuentes en otras épocas.