Era 1999, y A Coruña ya había descubierto las estrellas. Había erigido un planetario, con un telescopio para estudiar el cielo que se extendía sobre ella, y más allá, frente a frente al océano Atlántico, había construido un hogar desde el que echar un vistazo bajo su propia piel. La Casa de las Ciencias, en 1983, y la del Hombre, en 1995, iniciaban en apenas una década un camino dedicado a desentrañar todos los misterios de la vida. Faltaba, sin embargo, mirar hacia abajo, hacia aquello que se escondía bajo las mareas, y que daba un enorme abrazo salado a la ciudad como un símbolo de identidad inequívoco.

El mar y sus habitantes encontraron un hogar en el Aquarium Finisterrae a finales de los 90, bajo el mandato de una alcaldía, la de Francisco Vázquez, que había dado pie al resto de Museos Científicos. Los espacios compartían también al mismo autor en su proyecto museológico, Ramón Núñez Centella, que asumía, además de idear, el mando de la Casa de los Peces en el 99. Su inauguración, el 5 de junio, cumple el próximo miércoles veinte años de recorrido, que celebra desde abril con una retrospectiva sobre sus exposiciones temporales, y varios ases bajo la manga para ampliar el festejo en lo que resta de mes. A la cabeza de todos ellos se encuentra Paco Franco, orgulloso director técnico del centro, que lidera, entre pulpos y tiburones, las actividades que ofrece desde 2002.

Ante la efeméride del espacio, el museólogo no puede evitar llenarse de alegría, pero también de cierta nostalgia. Él estaba ahí desde el principio, desde ese primer día en el que se abrieron las puertas del acuario, con todas las salas ya montadas pero sin focas, sin ambientación sobre el capitán Nemo en la Nautilus, y con mucho potencial por desarrollar. Aquella jornada de junio la vivió Franco como técnico educativo de los Museos Científicos y, asegura, como ciudadano emocionado. La ilusión era un sentimiento contagioso ese día, alentado por la "repercusión" que habían cosechado el resto de los museos coruñeses, y que acabaría convirtiendo al Aquarium en uno de los más queridos de la ciudad.

Con más de 5 millones de visitas hasta ahora, el respaldo se ganó a base de trabajo, y buscando siempre algo nuevo que ofrecer. A lo largo de dos décadas, el centro "ha ganado en diversidad", alcanzando una colección de 258 especies y un total de 67 muestras temporales. La primera de ellas, en el 2000, fue la dedicada al Mar Caribe. Franco recuerda con cariño su montaje en la Sala Humboldt, a donde llegaron técnicos del Acuario Nacional de Cuba para colaborar en el repaso de sus ecosistemas.

Caballitos a la mar o Fabricantes de perlas fueron otras que tuvieron una buena acogida, y que se han convertido en momentos clave para el director. La llegada de Gastón, el tiburón favorito de los visitantes, es otro de los instantes que guarda en la memoria, en la que visualiza con claridad su aterrizaje el 10 de febrero de 2006. "Claro que me acuerdo, porque para nosotros fue un reto. Nunca habíamos tenido a un pez tan grande, y tuvo que aclimatarse", dice Franco, por cuyas manos pasaron también otras estrellas del centro como Baldomero el mero, Hércules el lubrigante o las focas, muchas ya coruñesas de nacimiento.

No solo las especies marinas fueron las que tuvieron que adaptarse al acuario. A pesar de su relación con los océanos, la propia urbe tuvo que hacer ajustes en sus administraciones, con el fin de adecuarse al funcionamiento de un espacio que era entonces una "rara avis". "Al principio no se compraba comida congelada para los peces, ni más ejemplares. Como museo éramos peculiares, y el Ayuntamiento tuvo que adaptarse", explica el director, que ve otro rasgo de singularidad en su "vocación eminentemente educativa".

Actividades como las Meriendas en el Aquarium o Durmiendo con tiburones fueron únicas en el centro "hasta que otros museos las copiaron". Son parte de un programa divulgativo del que gozan tanto los escolares como el público general, al que el museo dará las gracias este mes con jornadas adicionales de puertas abiertas el 2, 9, 16, 24 y 30 de junio, la entrega de carteles promocionales históricos los sábados, una muestra retrospectiva y una colaboración con los estudiantes de la Escuela Superior de Música.