Entre la realidad y la ficción hay una pequeña línea que puede ser traspasada en cualquier momento. Lo ha vivido en primera persona Alfredo Sellier que, además de un viaje al pasado, se ha metido en la piel de su tataratío en la película Elisa y Marcela, de Isabel Coixet. Una cadena de casualidades le llevaron a colocarse delante de la cámara y recordar la vida de los hermanos José y Luis Sellier, dedicados a la fotografía.

Si se le pregunta por su familia, Alfredo Sellier tiene un sinfín de anécdotas y detalles que hacen creer a quien le escucha que vivió aquellos años previos a 1900. Por eso, cuando vio que la directora Isabel Coixet estaba preparando una película sobre Elisa y Marcela, no dudó en contactar con la productora. "Como mi tataratío José fue el fotógrafo del retrato de boda, pensé que podría ayudarles con algunos detalles. Les escribí un correo y me dijeron que lo tendrían en cuenta", recuerda.

Unos meses después llegó la sorpresa. La productora le citó en Santiago, donde el equipo de rodaje buscaba exteriores para la película. "Allí charlé con Isabel Coixet y con los productores sobre Sellier y la exposición -comisariada por Rubén Ventureira- que hubo sobre él en la ciudad en 2013", comenta. La directora se lanzó entonces con una propuesta, quería que Alfredo interpretase a José Sellier en el momento en el que este inmortalizó con su cámara en enlace entre Elisa y Marcela. "Me dijo que era un cameo sencillo y yo, por supuesto, dije que estaría encantado. Me hizo mucha ilusión", apunta.

No le hizo falta investigar sobre aquel momento porque ya lo sabía todo. "Siempre me gustó el tema Sellier y cuando fui creciendo me interesé por saber más. Fui rastreando información sobre la genealogía de la familia", reconoce. Alfredo cuenta que su tatarabuelo Luis era "más de fotografía de estudio" y la primera imagen que tiene guardada data de 1857 y es de Eduardo Pondal. A partir de 1885, José se puso al frente del gabinete fotográfico y optó por un trabajo más desenfadado, con reportajes e instantáneas en la calle. Poco después fue cuando se tomó la fotografía de Elisa y Marcela tras su sí quiero. "Esa imagen viajó por todo el mundo y dio a conocer la historia de las dos", apunta.

Un detalle que Coixet no quiso dejar escapar y optó por incluir en su filme. "Aunque es una película que se centra mucho en la historia de las dos mujeres, hay pequeñas anécdotas y esta es una de ellas", señala.

La escena se rodó en el pazo de Arenteiro, donde Alfredo se convirtió en acto por un día. "Fue una experiencia muy entretenida. Es curioso formar parte de un rodaje aunque tenía un papel mínimo", opina el coruñés, que compartió este momento con las actrices protagonistas, Natalia de Molina y Greta Fernández. "Yo, que hacía de fotógrafo, les tenía que decir cómo colocarse para la foto de la boda", revela Alfredo, que acudió al estreno de la película en Barcelona, donde volvió a conversar con la directora de una historia que le ha llevado a la gran pantalla. "Me gustó mucho verlo. La escena tiene ese punto de gracia y a mí me parece un bonito recuerdo de mis antepasados", expone.

Un recuerdo que le sirve para llenar un vacío que todavía le pesa. "Nos quedó muy poco material de José y Luis Sellier. La verdad es que es una pena", lamenta, a la vez que muestra con la ilusión de un niño una cámara "construida por ellos mismos" que no tiene datada, aunque una de sus lentes "es de 1855". Un tesoro.