De las 452 personas nuevas que acudieron a la Cocina Económica por primera vez en 2018, casi la mitad solicitó empadronarse en la institución y lo consiguió. Tener una dirección, aunque no sea una vivienda al uso, facilita que los usuarios puedan empezar a construir una alternativa a residir en la calle o en una habitación de alquiler, ya que, tras el padrón, se adquieren otros derechos, como el acceso a la sanidad, también a los Servicios Sociales, a las ayudas o a la educación obligatoria en el caso de los menores. La Cocina Económica recoge estos datos en la memoria de Trabajo Social del año pasado. Fueron, en total, 187 personas las que, durante el año pasado hicieron de la Cocina Económica su domicilio, aunque solo fuese en las cartas.

"La lectura que podemos hacer al respecto es muy sencilla. El 41% de los nuevos usuarios registrados tenían una situación de alojamiento inestable en el momento de ser atendidos por primera vez. Son personas que conviven temporalmente con familiares, amigos, conocidos o en pisos compartidos donde no tienen la posibilidad de empadronarse", concluye la memoria del trabajador social, Pablo Sánchez, sobre la actividad de 2018, un año con muchos usuarios, que confirma una tendencia al alza de los usuarios, que continúa este año.

Según los datos de la Cocina Económica, más de la mitad de las personas nuevas atendidas durante el año pasado, se encontraban en una situación de vivienda insegura. El 11% residía en centros de acogida, el 7%, en la calle, el 4% en una casa ocupada, el 31% con familia o amigos y el 22% en una habitación de alquiler. La Cocina Económica apunta a que, cuanto más inestable es la vivienda, más fácil es que los usuarios caigan en la exclusión social y que lleguen a vivir en la calle. Para las personas que llegan a la ciudad sin ningún tipo de soporte, la situación se complica ya que el mercado no favorece que las personas que viven de una prestación o que están en trámites para conseguirla, puedan acceder a una vivienda de alquiler.

A menudo, las inmobiliarias solicitan condiciones y avales que estas personas no pueden cumplir, por lo que se les expulsa del mercado reglado y buscan una solución en otro sumergido en el que, en ocasiones, no tienen acceso a derechos básicos, como la cocina y viven en lugares que no cumplen unos mínimos de salubridad.

Más de la mitad de las personas que acudieron el año pasado por primera vez a la entidad, en busca de una mano tendida, carecían de recursos económicos propios; el 2% contaba con la aportación de la renta social municipal y el 4% recibía ingresos procedentes de la economía sumergida.

El año pasado fue el primero en el que la Cocina Económica invirtió más dinero en ayudas para financiar medicamentos que en pagar recibos de vivienda. Fueron, en total, 5.765,84 euros destinados a pagar fármacos, repartidos en una media de 110 ayudas mensuales. Muchos de los usuarios de la Cocina Económica cuentan con una pensión no contributiva, de unos 400 euros, aproximadamente, de los que tienen que sacar no solo el dinero para pagar su alojamiento y su manutención sino también unos veinte euros, más o menos, de sus tratamientos de larga duración o para enfermedades crónicas que no están cubiertos por el Sergas y a los que no pueden hacer frente sin esa aportación extra, que les facilita la Cocina Económica. "Ir a la farmacia se ha convertido en un lujo que muchos no se pueden permitir", explicaba a este diario Pablo Sánchez, en abril, tras la publicación de los datos.

Hasta el año pasado, la partida más cuantiosa era la destinada a pagar el recibo mensual del alquiler. El año pasado, la entidad derivó 14.943 euros a este fin y entregó 84 ayudas. Uno de cada cuatro usuarios de los que cruzaron por primera vez la puerta de la Cocina Económica el año pasado se encontraba en situación irregular en el país, por lo que, su principal problema era que carecía de la autorización de residencia en España. El 24% no tenía empleo y, con eso, se reducía su capacidad económica y, por lo tanto, sus oportunidades para sobrellevar la situación de carestía económica a la que se enfrentaba durante el año pasado. "Estas personas nunca hubiesen sido usuarias de la Cocina Económica si simplemente tuviesen un trabajo con unas mínimas condiciones", resume la memoria del trabajador social de la entidad.