Nací en Muros, pero puedo decir que me hice coruñés a muy temprana edad, ya que mi madre, Carmen, me trajo a vivir a esta ciudad cuando aún era un niño. Nos instalamos en la casa de mis tíos, Manuel y Maruja, en la calle Falperra, hasta que cumplí los once años, momento en que nos trasladamos a la entonces travesía de la Arrabiada hasta que me casé. En ese momento me mudé a la Ciudad Vieja, aunque posteriormente regresé a A Falperra y luego me trasladé a O Temple.

Empecé a ir al colegio en uno de mi barrio hasta los doce años, tras lo que fui al Instituto Masculino. Al acabar el bachiller empecé a trabajar para ayudar a mi madre en la desaparecida empresa de transportes La Camerana, donde fui auxiliar administrativo durante cuatro años. Luego estudié en la Escuela de Náutica Pesquera, situada entonces en la calle de Santa Lucía, al lado de la Casa de Socorro, aunque tuve que dejar los estudios debido a que enfermé de pleuresía y estuve mucho tiempo convaleciente.

Al restablecerme empecé a trabajar en la autoescuela Fangio como administrativo, lo que compaginé con la venta de libros como delegado de una editorial. A los veinte años tuve que hacer la mili en Ferrol y San Fernando de Cádiz, aunque la terminé en la Comandancia de Marina coruñesa. En esa etapa me ocurrió una anécdota curiosa, ya que un día que estaba de uniforme pasó Franco en su coche con la escolta y me puse firme, por lo que tanto él como su mujer me saludaron, lo que fue muy comentado entre mis compañeros y amigos, ya que no era habitual que lo hicieran, por lo que supongo que les cogía de buen humor.

Al terminar la mili, trabajé en la Panificadora Coruñesa como administrativo, tarea que desarrollé luego como autónomo para diferentes empresas hasta que me jubilé.

Como desde mi juventud me gustó la lectura y la investigación, a partir de los años noventa empecé a escribir sobre diferentes aspectos de la ciudad, por lo que he llegado a publicar catorce libros, el último de ellos sobre los bomberos coruñeses, aunque también he escrito sobre las actas municipales coruñesas, la plaza de María Pita y las fuentes de la ciudad.

En mi infancia jugaba por todo el barrio de A Falperra, el campo de la Peña „donde estaban las casas de Sindicatos„, Santa Margarita y el campo de Zaragüeta, donde en los años sesenta se construyó la nueva iglesia de San Pedro de Mezonzo. Mi pandilla estaba formada entre otros por Luis, Eduardo, Manuel, Geluco, Nacho, Rosita y María Elena. Como en aquella época los chavales no teníamos ni un duro, nos buscábamos la vida para conseguir algunos céntimos o pesetas, para lo que recogíamos cascos de botellas o chatarra para venderlo en la ferranchina más próxima y comprar luego chucherías o jugar al futbolín.

Lo que más nos gustaba era ir a los cines de barrio, como los España, Doré, Equitativa y Monelos, aunque cuando nos hicimos unos jovencitos empezamos a bajar a los del centro, donde frecuentábamos el Rosalía, el Kiosko Alfonso y el Coruña. También íbamos a la Bolera Americana y al salón de juegos El Cerebro, en el que había las primera máquinas electrónicas.

Jugué al fútbol en el equipo que se formó en A Falperra y después de casado lo hice al fútbol sala con un grupo de amigos. En verano íbamos a las playas de Lazareto, las Cañas y algunas veces a la de Riazor, donde nos enganchábamos al viejo tranvía que llegaba hasta Peruleiro.

Testimonio recogido por Luis Longueira