"La lógica es que se quiera gobernar", afirma Santiago Míguez, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidade da Coruña sobre los partidos que como Marea Atlántica en el Concello coruñés pueden ser llave de un gobierno y se ven ante la disyuntiva de aceptar una oferta para formar una coalición. Para Míguez, un partido en posición minoritaria "ansía protagonismo para además consolidarse desde el punto de vista orgánico", por lo que en principio optaría por aceptar el gobierno de coalición, aunque a la vista de la experiencia de que en las elecciones siguientes, el que sale beneficiado siempre es el partido mayoritario, muchas veces "únicamente se da un apoyo inicial" para después intentar condicionar la acción de gobierno mediante negociaciones.

"En España hay mucha práctica de coaliciones pero ninguna cultura de coalición", advierte Guillermo Márquez, también profesor de Ciencia Política y de la Administración, aunque en la Universidade de Santiago. En su opinión, en España "las coaliciones son el abrazo del oso: tú apóyame y luego haremos de mangas capirotes". Márquez recuerda que el primer gobierno del socialista Xosé Orozco en Lugo incluyó al BNG y en las siguientes elecciones el PSOE obtuvo mayoría absoluta, por lo que admite que este tipo de acuerdos no suelen ser rentables para el coaligado de menor tamaño.

También destaca que en la Xunta integrada por PSOE y BNG se inventó el término del "cogobierno" para simular una igualdad entre los coaligados, mientras que en gobiernos locales de ambos partidos se dijo que los alcaldes "no se meterían en la gestión de las concejalías" de la otra formación, pese a que la Ley dice que los concejales desarrollan esa labor por delegación del alcalde.

Pero la dificultad para hacer llegar a los ciudadanos la gestión realizada en un gobierno de coalición cuando se es el socio menor "no puede ser un inconveniente" para apostar por esta fórmula, según José Juan Videla, profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidade da Coruña. En su opinión, "debe primar si considera adecuado ir en coalición sobre un programa pactado", a lo que añade que hay algunos partidos "que no tienen como primordial hacer llegar a la sociedad su trabajo". Videla considera además que la acción de la política local "llega rápidamente a los ciudadanos" y, aunque admite que estos "no saben de quién es cada competencia en un gobierno de coalición", no concibe que nadie renuncie a gobernar mediante esta fórmula "porque tenga miedo de que el otro rentabilice la gestión".

Para Míguez, la teoría sobre las coaliciones "dice que si la haces debes buscar el partido el número de escaños justo para la mayoría y no buscar partidos con una alta representación porque si no se pierde demasiado poder". Este politólogo advierte además que la formación de coaliciones "depende mucho de los intereses electorales", por lo que hay fuerzas que prefieren dar apoyo para la elección del jefe de gobierno "sin pedir que se les incluya en el Ejecutivo, sino todo lo contrario". También explica que cuando se prevé acometer una reforma legal importante o un proyecto de grandes dimensiones "se suele buscar una coalición más amplia o sobredimensionada", por lo que considera preciso "analizar cada caso en concreto y las directrices de los partidos sobre los pactos".

"Soy bastante crítico sobre la forma de gobierno local de los últimos cuarenta años", afirma Guillermo Márquez, para quien "genera una distorsión al copiar el modelo del Estado y las comunidades autónomas", ya que "la Constitución dice que el Gobierno de los ayuntamientos le corresponde al alcalde y los concejales, pero no dice que a una parte de los concejales", mientras que, a su juicio, los partidos han convertido en la práctica la vida municipal en "un juego de mayorías y minorías". Márquez aclara que "la clave es la figura del alcalde porque en la Ley de Régimen Local se le atribuyen unas competencias propias y se le permite delegar algunas en los concejales, pero en la práctica solo lo hace en los de su partido".

La consecuencia es que "la mitad de los concejales deciden y la otra puede irse a su casa", ya que el control de la gestión que hace la oposición no alcanza el nivel que en otras administraciones. "No hay un sistema de gobierno y oposición porque eso es una ficción", advierte. Aunque no se decanta por él, Márquez explica que hay otros modelos, como el de Portugal, donde la Cámara Municipal es el órgano de gobierno y está formada solo por los concejales del partido que obtiene la mayoría en las elecciones. A ella se suma la asamblea, de la que la mitad se elige por sufragio universal y la otra está formada por los presidentes de las parroquias.

También destaca que el Ayuntamiento de Lisboa cuenta con solo 18 miembros, frente a los 27 que tiene el de A Coruña, pero pone de relieve que "cada país tiene sus peculiaridades" y que además "no vale el mismo diseño para una gran ciudad que para un pueblo pequeño".

A pesar de los problemas que pueden surgir para los coaligados, Videla estima que en estos procesos políticos "debe primar el interés general", ya que piensa que "son necesarios acuerdos para garantizar la gobernabilidad'. La opción de rechazar una coalición "nunca debe ser porque no se visibilice la acción de gobierno", porque "sería de mal político y de política con minúsculas anteponer el interés particular al general".