Nací en la calle Cardenal Cisneros, aunque cuando yo tenía dos años mi familia „formada por mis padres, Florentino y Francisca, y mi hermana María del Pilar„ se trasladó a la entonces calle del Perpetuo Socorro, hoy en día Agra de Bragua. Allí viví hasta que me casé y me mudé a la calle Meira hasta los años ochenta, en que nos fuimos a la calle Espiga, en Labañou, año en que me instalé con mi mujer Irene y mi hija Lidia en Meicende.

Mi padre era natural de Uxes y mi madre de Loureda. Él trabajó siempre en la construcción y ella en la bacaladera Pebsa hasta que se casó. Mi primer colegio fue el de don Abraham en el alto de la avenida de Finisterre y en el que estuve hasta los seis años. Luego pasé al de la Sagrada Familia y finalmente al recién inaugurado instituto del Agra do Orzán, donde estudié hasta segundo de Bachiller, ya que como no me gustaba estudiar, a los catorce años me puse a trabajar en la empresa de confección Manufacturas Izquierdo, situada en la calle Pontejos, aunque mientras trabajaba volví a estudiar por nocturno en el colegio de la Caja de Ahorros.

A los dieciocho años decidí irme voluntario a la mili, que hice en la base naval de Cádiz durante cuatro años. Lo pasé bastante bien y además, al formar parte de la tripulación del barco de transporte Galicia, que había sido cedido por los americanos tras haber participado en las pruebas atómicas en el atolón de Bikini, pude viajar en el mismo a varios países. El barco aún tenía los compartimentos en los que los americanos colocaron animales para comprobar si les llegaba la radiación de las bombas, aunque no llegó a ocurrir por suerte para todos los que después servimos en aquel buque.

Al terminar la mili volví a la ciudad y me casé. Me puse a trabajar en la construcción con mi padre hasta que años después saqué el carné de conducir camiones y entré en la Cooperativa Gallega Eléctrica, situada en la calle Santa Cecilia, en el barrio de Monte Alto. Posteriormente trabajé en la Casa del Mar en el momento de su inauguración y terminé mi vida laboral en una empresa de servicios y seguridad.

Mi pandilla estuvo formada por Ramón Rodríguez, Fernando Lago, Juan Calvo, Luis, Miguel, Varito y los hermanos Julio y Manolo. Todos mis amigos eran de la Sagrada Familia y del Agra do Orzán, que en aquellos años estaban rodeados de campos y terrenos de cultivo, ya que hasta los años sesenta no se empezó a edificar de forma masiva en esa parte de la ciudad. Eso permitía que pudiéramos jugar sin problemas a todo lo que se nos antojaba, aunque teníamos que inventarnos cualquier cosa para hacerlo, ya que tener una simple pelota era todo un lujo.

También lo era ir al cine el domingo a salas como las España, Doré, Monelos, Rex y Finisterre, cuyas sesiones infantiles estaban siempre abarrotadas de chavales. En verano íbamos a las playas de Riazor, Lazareto y San Amaro, además de a Cecebre en el tren, que costaba dos pesetas.

También solíamos ir a todas las fiestas de los barrios, como las del Gurugú, Os Mallos, la calle de la Merced y las de A Silva, así como las de verano de la ciudad. Recuerdo que en esas últimas había un gran ambiente en el centro, sobre todo cuando venía Franco para ver las regatas de las embarcaciones deportivas que llamaban zapatillas. También me acuerdo cuando llegaron a la ciudad los trolebuses de dos pisos, en los que los chavales siempre queríamos ir en el de arriba.

En la actualidad, mi mayor afición es participar en las actividades del club de moteros de Arteixo llamado Os Abelurios, con el que hago excursiones y rutas, tanto por España como por Europa, además de reunirme con mis viejos amigos.

Testimonio recogido por Luis Longueira