Un reflejo de sí mismo, de su día a día, y de su reacción ante lo que en él se encuentra. Eso es lo que recoge Pati Blanco en Miradas que hablan, su último poemario, galardonado con el Premio Internacional de Literatura Gustavo Adolfo Bécquer 2019. Esta tarde, el coruñés lo presentará en El Corte Inglés de Marineda City, donde estará a partir de las 19.00 h.

Alude en su obra a la mirada, ¿cuál es la suya como poeta?

Una mirada hacia dentro. En el libro hay cuatro diferentes: hacia dentro, hacia fuera, al exterior y hacia los demás. Pero yo lo que me planteo primero es la mirada interior, porque mi poesía es un reflejo de mi realidad vital.

¿No tenemos carencia hoy de mirarnos por dentro?

Yo creo que tenemos carencia de reconocerlo, falta valentía. Pero para mí la poesía es esa honestidad que reflejé en mi primer poemario, Segunda piel, que era como un resumen de mí mismo. Si en la narrativa hay un componente de autobiografía, creo que en la poesía lo hay muchísimo más.

¿No puede evitar quedar esbozado?

Claro, porque el termómetro de mi día a día es lo que marca mi reacción poética. En ese sentido, me identifico con el espíritu de Bécquer, un romántico.

Que diga eso no sorprende. El amor es uno de los elementos con más peso en su poesía.

Para mí el amor es el peso más importante. Es como una desembocadura, un mar donde nos encontramos todos. Pero en el libro también hay poesía ante la pérdida del ser querido, rabia ante los atentados de Las Ramblas... Ese componente más social creo que va a ser una deriva hacia el futuro.

La naturaleza es otra gran protagonista. ¿Es ahí donde encuentra su inspiración?

Más que donde la encuentro, es donde la reactivo. La naturaleza es el silencio, y ese ambiente es el más proclive para la reflexión, y para convertir esos espacios exteriores en un espejo donde me veo más claramente a mí mismo y a los otros. Todos los veranos en Baleares, por ejemplo, sé que tengo un componente de fecundidad creativa, por lo que me transmite.

Habla de Baleares, pero sus primeros poemas los escribió aquí, en el Orzán.

Sí, el primero de todos. Lo mío es cruzar la calle y encontrarme con el Orzán. Paseaba mucho con mi perro hace años por allí, y esa foto del amanecer en la playa y el espacio para ti solo, hace que crees tu propia magia.

¿Se ha vuelto más sincero o menos desde entonces ante la hoja en blanco?

Yo creo que son diferentes sinceridades. Ahora es una sinceridad más madura, pero no puedo traicionarme a mí mismo. Pienso que es el gran compromiso que he adquirido desde que publico. Y tengo que reconocer que, desde que escribo, hay un antes y un después a la hora de afrontar mi vida.

En el oficio del verso usted se declara poeta aficionado, ¿el premio de Literatura Gustavo Adolfo Bécquer cambia las cosas?

Yo creo que eso es el reconocimiento a la propia evolución. Cuando empiezas te pueden ver posibilidades, y ahora a lo mejor voy contrastando alguna de ellas. Pero en esta fase lo que me importa es que el lector me entienda. Me encuentro a muchas personas acostumbradas a ponerle al verso un cartel de reservado, por eso uno de mis pequeños sueños es conquistar lectores para la causa de la poesía. Quiero demostrar que está al alcance de todos, y que tiene muchísimos registros diferentes.