Fue un 27 de junio de 2009. Todos los ojos miraban hacia una Sevilla con acento gallego. Allí estaban el entonces alcalde, Javier Losada; el presidente del Instituto de la Torre de Hércules, Segundo Pardo; el concejal de Turismo, Henrique Tello; y el director xeral de Patrimonio Cultural, José Manuel Rey Pichel. Con nervios pero optimismo esperaban que la Unesco declarase la Torre como patrimonio mundial. Y regresaron a casa con el título. Antes del dictamen definitivo, Losada aseguraba que no podía "conciliar el sueño". Pero mereció la pena.

La decisión de la Unesco casi se adelanta un día, pero no fue hasta el sábado 27 de junio de hace diez años cuando el faro coruñés se convirtió en patrimonio de todos tras ocho años de reuniones, viajes y campañas de apoyo. Se recogieron 240.000 firmas y los coruñeses se unieron en una marcha cívica con camisetas y banderas azules en apoyo a la candidatura. Los miembros de la Unesco la aprobaron por unanimidad y así la Torre se convirtió en el cuarto bien gallego en la lista de patrimonios mundiales. Sevilla celebró esta distinción, pero también A Coruña se volcó con el festejo. María Pita fue el punto de encuentro, en el que se instalaron pantallas para seguir la retransmisión en directo. La celebración continuó con actuaciones musicales y juegos infantiles. "Los coruñeses no tenemos límites", decía Losada.

Hubo comparaciones con el faro de Alejandría desaparecido y la Torre se colocó en un escaparate en el que a día de hoy continúa. El impulsor de la iniciativa, Segundo Pardo, recordó entonces a José Luis Vázquez Iglesias Manito. Le dedicó este triunfo que el doctor empezó. Henrique Tello agradeció el "apoyo social" mostrado al faro mientras que la portavoz municipal socialista, Carmen Marón, se deshacía en lágrimas: "Qué llorera". Pero de una felicidad contagiosa que atravesó más de 800 kilómetros.