Si busca trabajo para los meses estivales, es probable que si hay un sector del que le lloverán más ofertas ese sea la hostelería. Es, con diferencia, el oficio que más crece durante el verano, con nada menos que 26.801 contrataciones firmadas en la provincia de A Coruña en los tres meses que duró el estío de 2017, que ascenderían hasta las casi 35.000 si se le suman las del mes de septiembre, un mes que muchos ya empiezan a incluir en la temporada veraniega. La hostelería, claro está, como cualquier profesión, tiene que gustarle. Sobre todo si conlleva una cesión tan importante como son las vacaciones de verano. Prescindir del descanso en los meses de sol no siempre es fácil, pero hay quien acaba acostumbrándose.

Es el caso de Fabián Mouzo, jefe de cocina del Pazo de Vilaboa, en Culleredo, quien hace años que no sabe lo que es veranear debido a las exigencias que lleva implícita la temporada de bodas en su oficio. "Desde abril, casi todos los sábados y muchos viernes hay bodas, y luego, los domingos, comuniones. Es una presión constante los cinco o seis meses que dura la temporada, luego solo buscas desconectar.", explica el hostelero. Una desconexión para la que le toca esperar hasta el mes de enero. Del mismo modo suele actuar Paula Restrepo, trabajadora de una conocida heladería de la ciudad, quien aprovecha el mes de enero para viajar a Colombia, donde reside su familia. "Abrimos todo el año, así que tengo que hacerlo así. Llevo en la hostelería desde los 19 años, no sé lo que es cogerme un verano. Tampoco lo echo de menos, la verdad".

Hay quien se acostumbra y hay quien incluso lo disfruta. Es el caso de Carlos García, que dedica los meses de verano a trabajar como monitor en varios campamentos. Un trabajo duro y que no admite un descanso, admite, pero también un período que espera ansioso el resto del año. "Es como si te pagasen por hacer algo que te encanta. Es muy cansado, pero lo disfruto un montón.", explica Carlos, para quien este será su cuarto verano sin vacaciones. No le duele renunciar a la playa, porque, explica, se pasa el día en ella. "En los campamentos, trabajo sobre todo como monitor de vela. No salgo del agua", explica. Las firmas de contratos en actividades de entretenimiento son otro de los sectores que alcanzan su pico en los meses de verano, pero con cifras, sin embargo, aún lejanas a las de la burbuja estival de la hostelería.

A veces, renunciar al verano es una opción, por la que este año han optado Laura Gutiérrez y Oscar García, estudiantes de segundo de Turismo, que realizan sus prácticas de verano en la oficina de información turística de María Pita. Un gremio que tampoco puede permitirse el descanso veraniego. En el caso de Laura, ya es el segundo verano que prioriza el trabajo. "Eran unas prácticas que me gustaban mucho, entonces las cogí. Tenían la ventaja de que estaban remuneradas, que no suelen estarlo. El año pasado las hice en un hotel y no cobré", explica Laura. Para su compañero Óscar, este es el primer verano sin vacaciones, también por el mismo motivo. "Yo ya aproveché la Semana Santa para irme de viaje. Solo estamos aquí cinco horas, es bastante llevadero", asegura.

Uno de los inconvenientes que suelen encontrar las personas que renuncian a veranear es la dificultad para cuadrar vacaciones con familiares o amigos cuyas profesiones implican otros ritmos de trabajo. Así le ocurre a Antonio Ripamonti, dueño de una tienda de souvenirs desde 2007. "Es complicado organizarse para hacer algo con los amigos. Aún así, uno ya está mentalizado de que hay que trabajar."