Pocos coruñeses desconocen que llevar huevos en vísperas de boda a las hermanas clarisas del convento de Santa Bárbara supone la garantía de que el sol brillará en tan esperado acontecimiento. Otros les piden oraciones por causas múltiples y muchos son los que entregan donativos si estas plegarias surten su efecto, pero pocos los que saben a ciencia cierta lo que realmente sucede en el día a día de las 17 hermanas que habitan el emblemático convento emplazado en el corazón de la Ciudad Vieja. "Aquí no paramos, estamos ocupadas todo el día. Nuestra vida es fundamentalmente de oración, pero hacemos muchas otras cosas a lo largo de la jornada", relata la madre superiora del convento, Sor María Adoración.

Una jornada que empieza con un despertador que suena, puntualmente, cada día a las seis de la mañana. "A las 6.30 horas tenemos el oficio de lectura, a lo que siguen las laudes, la Santa Misa, una hora de oración mental y a las nueve, desayunamos. Luego, cada una se va a hacer su trabajo", cuenta la madre superiora. Cada una de las hermanas del convento tiene su tarea asignada; bien la cocina, la plancha, la colada o la limpieza general. Destacable es la labor de la tornera, que carga con una labor tan importante como es recibir los huevos y despachar los dulces que ellas mismas elaboran. "Ahora vienen los meses de bodas, tendremos trabajo", explica sor María Adoración, que también aprovecha para desmentir uno de los falsos rumores que sabe que pesan, en los últimos tiempos, sobre el trabajo de las clarisas. "Se dice por ahí que ya no queremos los huevos, que solo aceptamos donativos. No sabemos por qué la gente empezó a decir esto. Claro que los queremos. Siempre ofrecemos una oración por la felicidad de la pareja, si la quieren. La felicidad es lo principal para un matrimonio, más allá de que llueva o no el día de la boda", recalca.

Sor María Adoración, como madre superiora, ostenta una ocupación a mayores: la de velar por el bienestar del resto de las hermanas que viven en el convento y encargarse de la organización del mismo: "Soy como una madre que cuida de sus hijas. Miro si están enfermas, si les preocupa algo, estoy un poco pendiente". La religiosa cumple este año tres en el cargo, tras los cuales este se renueva mediante elecciones en las que participan las 17 que componen el censo del convento, y en las que cuentan con la presencia del Obispo. "Nosotras también somos democráticas, de toda la vida", bromea la hermana.

Pese a lo que muchos puedan pensar, la democracia no es un concepto ajeno para las clarisas de Santa Bárbara, quienes, al margen de sus propios comicios internos, no eluden su deber ciudadano y acuden a votar en cada convocatoria electoral. "Este año fuimos a votar todas, en las municipales y en las generales. Vamos siempre. ¡Cómo no! Somos ciudadanas", explica Sor María Adoración, que no esconde que en el convento están al día de la actualidad política y social, pese a que no acostumbran a leer periódicos. "Los domingos ponemos la televisión un poquito, vemos las noticias o alguna película. De ordinario, no lo hacemos porque a nuestra vida tampoco va a aportar mucho, no nos hace falta".

El saberse ajenas a colores políticos ha llevado a las hermanas clarisas, como ellas mismas exponen, a llevarse bien con todos los alcaldes que ha ido teniendo la ciudad. "El último, don Julio, estuvo aquí hace poco con nosotras. Nos pareció muy majo, muy atento. Los alcaldes siempre se han portado bien con nosotras. Don Francisco nos ayudó mucho con la restauración de los techos del convento. No tenemos queja", explica. El compromiso ciudadano no entra en conflicto con el de la clausura, sobre el que, afirman, pesa una idea equivocada, ya que tiende a percibirse como una especie de encierro. "No estamos encerradas, aquí dentro no hay ninguna reja, en el convento somos libres", aclara. Admite, no obstante, que aunque la clausura tras las rejas es algo que ya quedó en el pasado, las residentes de Santa Bárbara han decidido mantener las barras de hierro exteriores, tras las que reciben a los visitantes, por una cuestión de valor de la propia estructura. "Tienen muchos años, es un hierro fundido. No lo quitamos porque tiene su mérito", comenta la hermana.

Este compromiso con la vida intramuros no les impide, sin embargo, realizar con normalidad situaciones cotidianas como ir al médico o hacer la compra, tarea que llevan a cabo una o dos veces al mes y para la que disponen de un vehículo. "Solemos ir al Carrefour con la furgoneta y traemos lo principal. Si se nos olvida algo, siempre se puede llamar por teléfono y nos lo traen del Gadis de aquí al lado, ahora no hay problema. Ya nos conocen, son muchos años aquí", explica Sor María Adoración. Las clarisas se reconocen felices con el camino que han escogido; elección que, reconocen, resulta cada vez menos frecuente entre las jóvenes de hoy. "Ahora hay un ambiente diferente al que vivimos nosotras, hay otras diversiones. Ahora las chicas quieren estudiar, es otra vida. Pero bueno, siempre aparece alguna", explica la madre superiora.

En el convento de Santa Bárbara conviven, a día de hoy, representantes de todos los grupos de edad. Todas ellas, incluso las mayores de la comunidad, se encuentran en activo y gozan de un buen estado de salud: "La más joven del convento acaba de cumplir 20 años, y la mayor tiene 86. Nos llevamos todas bien, somos muy felices". En el hogar se mezclan, de igual modo, las procedencias. La mayoría son gallegas, pero las nuevas incorporaciones llegan de lugares como Kenia o Puerto Rico. Sor María Adoración está satisfecha, pero guarda un único reclamo: "Que vengan más chicas jóvenes, ojalá alguna coruñesa. Ahora es su turno, la juventud hace maravillas aquí".