“No hay quien pueda con nosotras”. Lo dice Maribel, con el agua hasta las rodillas, cuando le pregunta una paseante por qué se baña en O Parrote y por qué hay tanta gente mirándola a ella y a otros bañistas en ese momento. A las siete de la tarde, llegó la hora del ritual: lucir moreno y bañador, bajar los escalones de piedra del paseo de O Parrote frente a La Solana y darse un chapuzón para nadar un rato, cerquita de la línea de costa en las frescas aguas del Puerto. “Prohibido el baño en aguas portuarias”, advierte una señal colocada desde el lunes. “¿Prohibirme esto a mí?”, se indigna Maribel. “Si me ponen una multa no la voy a pagar y si quieren, que me metan en chirona, que soy una revolucionaria”.

Sus palabras de arrebato e indignación son también la respuesta de los bañistas habituales de O Parrote al veto al baño acordado en abril por el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria y aplicado desde esta semana con la instalación de señales en el lugar y en otras zonas del dominio público portuario. Llevan años nadando en la zona, en el caso de Maribel, vecina de la Ciudad Vieja de 76 años, desde que era una niña, cuando aprendió a nadar en la antigua playa del Parrote. Su hija Cruz es de las que se bañan también en O Parrote, “todo el año, en primavera, verano, otoño e invierno”. “El día que no me pueda bañar aquí, entonces ya seré una anciana desamparada”, dice Maribel.

Y como madre e hija, Paco, Otero, Fernando, García, Víctor y Garzón salieron de La Solana pasadas las siete de la tarde para zambullirse en las aguas portuarias. Paco, por ejemplo, compite en travesías a nado y suele recorrer más de una vez los 400 metros de largo de ese tramo del paseo, “en horizontal, muy pegado a la costa, sin molestar a ninguna embarcación”. Sus amigos bajan las escalones y chapotean entre risas. Hasta Pedro Roque, presidente de la asociación vecinal de la Ciudad Vieja, se remanga el pantalón y refresca junto a ellos los pies en la orilla.

Cuenta Cruz que ella y un grupo de amigas se llaman a sí mismas las sirenas del Parrote, porque así las conocen en la zona donde se bañan casi a diario. “Esto no nos lo pueden prohibir, ni este gobierno ni otro. No molestamos a nadie”, defiende. Está al corriente de los temores del Puerto y del Concello por el peligro que puede entrañar el baño de forma indebida en O Parrote y en otras zonas próximas.

“Sabemos que hay chavales que vienen aquí a tirarse de cabeza o a hacer piruetas. Antes vinieron unos y ya les dijimos que no hicieran locuras, que aquí se viene a bañar con tranquilidad”, cuenta. Otro grupo de jóvenes se sumó poco después a Maribel y a Cruz para dar unas brazadas antes de secarse.

La prohibición del baño en la zona de O Parrote ha creado tal revuelo en apenas dos días que ha salpicado la actividad diaria de los grupos políticos. El Gobierno local anunció el lunes que, pese al veto instaurado, estudiará la posibilidad de permitir el baño siempre que la calidad del agua sea óptima, que haya un puesto de salvamento y balizas de seguridad para separar a los bañistas del tráfico marítimo.

El PP también ha respondido. Su portavoz, Beatriz Mato, admitió que la noticia le causó estupor y llevó la prohibición al terreno político al recordar que en su programa electoral había incluido un proyecto para dotar a la zona de un área específica para el baño y de gradas entre O Parrote y el castillo de San Antón, además de abrir algunas zonas portuarias los fines de semana.