La Policía Nacional, encargada de investigar quién es el verdadero dueño del billete de la Primitiva que el 30 de junio de 2012 resultó premiada con 4,72 millones de euros, cree que fue un joven coruñés, ahora fallecido, el que hizo la apuesta automática en la administración del Carrefour de Alfonso Molina y lo comprobó en la de San Agustín, donde le perdió la pista.

El hombre, según consta en el atestado policial remitido al Juzgado de Instrucción número 4 de A Coruña, se declaró "frustrado" ya que, desde aquel 2 de julio de 2012, cuando fue a ver si le había tocado algo en las apuestas que había hecho, no conseguía demostrar que el boleto que el lotero de San Agustín, Manuel Eugenio Reija, decía haberse encontrado en su mostrador, era suyo.

En la información que Loterías le facilitó a la Policía Nacional sobre los movimientos que habían hecho las máquinas de las administraciones, tanto de la que expidió el título como de la que lo comprobó, consta que un mismo apostante selló en el centro comercial, el 26 de junio de 2012, cuatro combinaciones a las 18.23 horas, dos Primitivas y dos Gordos, con un gasto total de siete euros.

Con los mismos boletos fue el 2 de julio de 2012 „el sorteo fue el 30 de junio„ a la administración de San Agustín. El hombre, al que la Policía considera el dueño de esta apuesta, entregó los cuatro resguardos y el lotero, según consta en la máquina, pasó primero el boleto premiado, a las 11.25 horas y en la terminal saltó el mensaje de que el premio era superior, por lo tanto, de más de 5.000 euros y que debía entregárselo al cliente, algo que nunca llegó a hacer.

Después, comprobó una de las apuestas del Gordo, con un premio de tres euros y, finalmente, los otros dos, que no resultaron agraciados. Todo esto se realizó en 16 segundos, según los registros de la operadora.

Pasaron seis años desde esto hasta que el hombre acudió al Juzgado de Guardia a denunciar que el boleto ganador era suyo y que los 4,72 millones „ahora ya 6,5 millones, por los intereses „le pertenecían a él y no al lotero, que los había reclamado como suyos al haber entregado el boleto, según su declaración, "de buena voluntad" para que los agentes hallasen a su legítimo propietario. Para ello se realizaron pruebas como la búsqueda de huellas dactilares.

Este hombre no fue el primero en reclamar la paternidad de la apuesta millonaria, el 11 de septiembre de 2012, otro apostante, ahora también fallecido, dijo que la Primitiva era suya, pero Loterías cerró su caso en tan solo tres días "por las desemejanzas entre lo reclamado" y la realidad, según consta en el informe policial.

Fue el 7 de diciembre de 2018 cuando el hombre acudió al Juzgado de Guardia para denunciar que el lotero no le había devuelto el resguardo de la apuesta ganadora tras pasarla por la máquina comprobadora. El 14 de febrero de 2019, los agentes le tomaron declaración y escucharon "su frustración al ser ignorado en cuantas puertas llamó por carecer de una historia consistente para acreditar la legitimidad del resguardo agraciado", algo que, según los investigadores, derivó en que "idease una llamativa historia" sobre "la elección de los números de la combinación", a pesar de que era una apuesta automática.

En su declaración, la presunta víctima no ofreció un relato exacto de lo acontecido, aunque sí que proporcionó información que los agentes consideraron valiosa para la investigación. Relató que había entregado "al lotero tres boletos sellados en el centro comercial Carrefour para comprobar si habían sido premiados" y que el agente le había abonado "un euro y pico por el primer boleto comprobado" y que le había dicho "que el segundo no se encontraba premiado", sin darle "ninguna respuesta sobre el tercer boleto", según consta en su declaración, incluida en el informe policial.

Su relato de los hechos continúa con el joven "insistiéndole" al lotero por el tercer boleto y recibiendo hasta en dos ocasiones la misma respuesta: "que no sabía nada del tercer boleto por el que le preguntaba". El hombre, en ese momento, según recoge la denuncia, "desconocía" que la apuesta que no le había devuelto el lotero estaba premiada, por lo que, pasado el tiempo, se encontraba "plenamente convencido" de que el dependiente se había quedado con el resguardo al ver que tenía un gran premio.

A pesar de que la declaración no coincidía totalmente con la realidad que expresaba la máquina, los agentes decidieron investigar y, tras hacer las comprobaciones pertinentes con Loterías, concluyeron que era suyo.

Tan solo cuatro meses después de haber puesto la denuncia, el padre del joven comunicó a los investigadores que su hijo había fallecido y, también, que estaba "plenamente convencido" de que el boleto era suyo y de que el lotero se lo había "sustraído". Su padre contó que estaba "enormemente frustrado al no poder acreditar esa legitimidad, llegando su desesperación hasta el punto de haberle comentado la idea de iniciar una huelga sanitaria para que algún juzgado le hiciese caso".

Una vez finalizada esta parte de las actuaciones, los investigadores infirieron que la versión del lotero, de que estaba solo en la tienda cuando había encontrado el boleto encima del mostrador, del otro lado del cristal, contradecía "flagrantemente" la información que ofrecía la terminal de Loterías, ya que había comprobado diez resguardos en los sesenta segundos posteriores a pasar por la máquina el boleto premiado.

Reija aseguró a este diario que esta "presunta incongruencia" tenía "una explicación" y que se lo hará saber al juez instructor.