José Trigueros lleva años subiendo al escenario de María Pita. Lo hace desde los 21, desde que entró en la Sinfónica de Galicia (OSG) como primer percusionista, un puesto con el que ha recorrido las tablas frente al Concello y ha evaluado, tras las baquetas, las reacciones de las 5.000 personas que la orquesta suele reunir por los festejos en la plaza. El concierto de mañana (20.30 horas), sin embargo, tendrá para él todo de novedad y nada de rutina. Con un repertorio de música popular rusa, y "alguna sorpresa" planeada para coronar el programa, el músico vivirá un doble estreno en su directo, en el que debutará como batuta en las fiestas y como primer director asociado de la Sinfónica.

En sus programas suele innovar, pero esta vez se ha decantado por la música popular rusa.

Creo que para el concierto de María Pita había que buscar un programa que fuera apto para el gran público. Este de música rusa vale para todos, y tiene orquestaciones muy brillantes, por eso me decanté por él. Glinka, Kachaturian, Borodin e Ippolitov-Ivanov... No son nombres muy conocidos, pero sus melodías sí.

Casi parece un homenaje a Dima Slobodeniouk.

No [risas], pero me dio el visto bueno. Le presenté el programa, y comentamos que casi lo podíamos llamar una velada rusa. Él me decía que es curiosa la visión que tenemos de esta música en Europa. Rusia es inmensa y hay muchas influencias dentro de sus melodías, como la música oriental, que comparte con la española. Al final, las culturas están mucho más cerca de lo que nos pensamos, y una obra de Ippolitv-Ivanov nos suena familiar.

El de María Pita, mañana, será su primer concierto en las fiestas como director, ¿es una prueba de fuego?

Sí, es como la presentación. Pero me hace mucha ilusión, porque para nosotros el concierto de María Pita es el más especial de todo el año. Obviamente, como percusionista lo he vivido muchas veces y siempre es muy singular, pero supongo que en esta ocasión lo va a ser más por tener la responsabilidad de dirigir a la orquesta.

¿Ya se ha acostumbrado a estar de espaldas al público, o todavía le inquieta no poder ir midiendo reacciones?

Fíjate, esa es una cosa que a veces he comentado con los músicos. Cuando estás tocando dentro de la orquesta ves al público, y puedes notar alguna presión. Pero cuando estás dirigiendo solo ves a los intérpretes, así que estás más concentrado en lo tuyo [ríe]. De hecho, una de las cosas que más me llamaba la atención las primeras veces que dirigía era no ver a los espectadores.

Desde esas primeras incursiones, ¿le han armado mucho los años como líder?

[Piensa] Vas aprendiendo de los errores. A nadie le gusta cometerlos, porque se pasa mal, y piensas: "Esto lo tenía que haber planteado de otra forma porque no ha funcionado". Pero, al final, cometerlos es imprescindible. Si crees que todo está bien, no aprendes nunca...

Habla como si hubiera metido mucho la pata.

No lo sé. Cruzo los dedos, pero nunca he tenido en ningún concierto una crisis. Tal vez cuando diriges a la OSG es más fácil, porque es extraordinaria.

Que sus músicos sean también sus compañeros. ¿No se le vuelve en contra como director?

[Duda] Sí. Siempre es difícil obtener el respeto de los músicos. Lo que pasa es que hay muchas formas de adquirirlo, y creo que al final la única clave es demostrar que haces un buen trabajo y que eres capaz de crear un buen clima. En el momento en el que quieras imponer tu autoridad, es que ya no tienes el respeto de la orquesta, es un mal camino. En este caso, siendo tus compañeros, hay una relación personal, pero yo el respeto como director me lo tengo que ganar todos los días.

No es el primer percusionista que se lanza a la dirección. ¿Comparten tanto lenguaje la batuta y la baqueta?

En la parte técnica, hay cierta similitud. Recuerdo que el primer libro que leí sobre dirección decía: "Da un golpe en un tambor y mide la velocidad con la que das el golpe. Después, lo puedes dar más lento o más rápido". Y pensé: "Esto es lo mío" [risas]. Pero, en realidad, la complejidad de dirigir va bastante más allá. Aunque a veces me pregunto si es por esta semejanza por lo que muchos percusionistas se dedican a la dirección.

Usted empezó en ella por casualidad, como en la música...

Sí [ríe], me ha ido llevando la vida. No recuerdo un momento trascendente en el que decidiera dedicarme a esto. A esas edades no tienes demasiado claras las cosas, aunque sí que intuyes cuáles se te dan bien. Aunque me hubiese dado clases de matemáticas Einstein, yo hubiese sido incapaz de hacer ciencias, por ejemplo [ríe]. Sin embargo, cuando iba al conservatorio, tenía facilidad, y en la dirección empecé por esa pregunta tan interesante: "¿Por qué no?".

Parece que hoy se la sigue haciendo mucho, sobre todo a la hora de programar.

Creo que como director es importante abrirse a todo tipo de repertorio y no encasillarse, aunque tengas más predisposición a uno en concreto. Por mi formación como percusionista, he tenido más contacto con la contemporánea y los estrenos, pero con el tiempo he hecho de todo. Repertorio clásico, romántico... Al final, cuando es buena música, te encuentras cómodo con cualquier cosa. Todo va enriqueciendo.