Mientras los gobernantes de los países más ricos se dedican a criticar a la mujer del otro porque no es joven, a dejar que centenares de migrantes se mueran en el mar o a paralizar un país para no compartir el poder, en una calle de la Ciudad Vieja de A Coruña los vecinos dan ejemplo de lo que es ser de verdad una persona digna, moral, solidaria. La calle Cortaduría era como otra cualquiera hasta que hace casi tres años Pilar Diéguez Meréns la llenó de alegría y colorido y le otorgó un toque de patio andaluz. "Pasa, pasa, que aquí ya viene todo el mundo a hacer fotos, llama la atención, vienen muchos turistas", cuenta esta vecina que ha cumplido 86 años.

La ventana de la cocina de la casa de Pilar es un montón de macetas de flores agarradas a una reja. "Muchos me dicen que parece Andalucía. Todo empezó cuando mis nietos me regalaron unas flores. Después más gente me trajo macetas y las he ido colocando. Algunas, las de metal, las recojo de noche por si me las roban, otras las dejo. Tengo unas más grandes, junto a la ventana por dentro, y otras por la fachada, hasta la puerta", cuenta. Geranios, azaleas y varias de las llamadas plantas del dinero, son algunas de las flores que alegran la blanca fachada.

"Aquí nacieron mis nietos todos, y el mayor tiene 42 años, así que fíjate el tiempo que llevo. Antes vivía en el segundo pero ahora mis piernas no me aguantan y bajé al primero todas mis cosas. Pero estoy de alquiler, esto no es mío", cuenta esta octogenaria que vive sola pero no está sola. "Aquí todos los vecinos somos una familia. Tengo a una vecina, Cristina, que cuando baja con su madre me trae recados, cosas del supermercado porque yo no puedo cargar con ellas, y con la cuesta que hay. En el supermercado, si ven a algún vecino mío, ya le mandan recado, como Ana, la de la pescadería del Gadis, si algo está bien de precio ya avisan para que me traigan. Llego al supermercado y me traen un asiento porque no puedo estar de pie. Si pasa un vecino me dice, ¿te traigo algo? Tengo suerte. Y desde que bajé del segundo sobre todo, porque me ven más", relata esta mujer que paga una renta antigua, 76 euros, con una exigua pensión no contributiva que no llega a 400 euros.

"Estuve muchos años trabajando, con 17 cuidé de los ocho hijos de Gómez Ulla de Santiago, de la farmacia, en la cadena César Blanco, en la empresa Limpiezas Urbanas... pero no en todas cotizaron por mí. Y podía coger la pensión de viudedad, pero era peor, no podía acogerme a ayudas para por ejemplo, comprar electrodomésticos". Pilar sabe que cuando ella no esté derribarán la vivienda para ampliar el centro de mayores. "Yo les dije que me iba antes si me daban plaza allí, pero no".

"No compro nada, las potas me las dieron, este vestido me lo trajeron con etiqueta y todo, esta bisutería, un chico joven que vende por internet. Las monjas de las Inamculadas también me traían cosas. Todos me dicen que voy siempre muy arregladita", sonríe Pilar en su cocina llena de fotografías de familiares, plantas, y una campana extractora con una linda cenefa de tela de cuadros rojos.