Nadie conoce los secretos de la venta cara al público como ellas. Entre las tres suman un total de 132 años dedicados a la venta en el mercado de San Agustín. Mari López es la veterana de las tres, con 53 años tras el mostrador. Se estrenó, como recuerda, a los 14 años con un puesto de verduras, pero pronto se hizo cargo de la pescadería, oficio que ha desempeñado a lo largo de toda su vida.

La destreza que demuestra manipulando las piezas que despacha a una clientela fidelizada a lo largo de los años así lo evidencia. Pese a los muchos años trabajados, no está en los planes a corto plazo de Mari López dejar la plaza. "Tengo ganas de descansar, sí, pero por ahora me encuentro bien para seguir trabajando. El día que me vea mal, cierro y se acabó", explica ella. Porque si algo destacan las clientas que esperan pacientemente su turno frente al puesto de Mari es la calidad del producto. "Llevo toda la vida comprando aquí. Mi hija distingue perfectamente el pescado de Mari del del supermercado", afirma una de ellas.

Una característica que, en opinión de la dueña de la pescadería, es precisamente lo que hace que muchas personas sigan prefiriendo comprar en el mercado por encima de las grandes superficies. "Este modelo no se agota, es lo de toda la vida. Hay personas que prefieren lo del súper. Sin embargo, hay mucha gente acostumbrada al producto del mercado que lo del súper no le sabe a nada", apunta Mari López.

Mari Carmen López es la siguiente supercotizante tras su tocaya, con un total de 41 años tras el tablero de su carnicería en la misma plaza. Mari Carmen empezó muy joven, y no oculta que ya va teniendo ganas de que llegue el merecido descanso tras toda una vida de trabajo. "En cuanto llegue a la edad de jubilación, me voy.", afirma tajante. Mari Carmen empezó como empleada de los antiguos dueños del puesto, el cual le sería traspasado 12 años después.

Desde entonces, ya con su propio estilo impreso en el local, Mari Carmen ha ido acumulando, como su compañera, una clientela fiel que tiene en cuenta el valor añadido del producto del mercado de toda la vida. El trato al cliente es, en opinión de la longeva vendedora, el gran elemento diferencial de su carnicería. "Intento tratar siempre a mis clientes con cariño", explica.

Dory Caridad, placera del marisco, se muestra algo más crítica que sus compañeras con respecto a la pervivencia del modelo del mercado. En los 38 años que lleva en San Agustín ha visto como la mayor parte de los 170 puestos solo de pescado de los que disponía inicialmente la superficie iban desapareciendo sin nadie que diese el relevo. Es la cuarta de una generación de placeras que empezó con su bisabuela, dedicada a la venta de casquería. Su abuela vendía lo que pescaba su abuelo, de profesión marinero.

Su madre ya iba a comprar la mercancía al puerto. De la mano de su madre entró ella. "San Agustín era el mercado por excelencia. Todos los buses de los pueblos colindantes iban a Puerta Real, por lo que todo el mundo venía a comprar aquí. Había mucha casa de militar cerca, eso hacía que el mercado tuviese cierto movimiento", recuerda.

La hija de Dory, Ángela, es la quinta generación del mercado, aunque, como ella misma confiesa, prefería que su hija se dedicase a algo relacionado con la carrera que estudió en su día, "pero a ella le gusta la plaza, ahora está estudiando otra carrera, y este trabajo le permite sacar tiempo", explica Dory.

A solo siete años del ansiado retiro, la placera solo espera una cosa, "cobrar por fin lo que tanto pagué". No oculta su descontento con la situación actual del mercado, de los cada vez más puestos vacíos y la inacción de las instituciones ante este proceso.

La experiencia de casi cuatro décadas tras el mostrador y de toda una ascendencia familiar, hace que Dory tenga muy clara una posible solución al problema. "Todas esas personas que se quedan en paro pasados los 50 años y nadie los contrata, podrían tener un sitio en el mercado. Habría que promocionar esos puestos, enseñar su funcionamiento, y, sobre todo, dar ayudas para esos primeros meses en los que si se empata, es por suerte, y si se gana, es que eres el rey", apunta.