Parte de los títulos que atesora el Ateneo Republicano de Galicia cambiarán de ubicación. El Concello ha aceptado la donación de los fondos de ensayo, que proceden de la que fuera biblioteca de José Antonio Pérez Alvajar, hermano del actual presidente de la institución.

¿Por qué decidió el Ateneo deshacerse de su biblioteca y donársela al Concello?

El Ateneo no tiene infraestructura suficiente para mantener su biblioteca. Parte de esta biblioteca se formó con una donación realizada por mi familia cuando falleció uno de mis hermanos. Esta es la que se dona. La otra parte, la que ya había antes de la donación de mi familia, permanece en el Ateneo, aunque será donada en breve a otra institución, muy posiblemente, a la Universidad. Lo hacemos porque, acorde con el espíritu republicano, el Ateneo entiende que se ha de favorecer la divulgación. El acceso a los libros era una característica esencial de la política cultural de la II República. De otro modo, los fondos son unos fondos sin vida porque no podemos prestarlos ni disponemos de una sala en la que puedan estar convenientemente ubicados. Las dependencias del ateneo son pequeñas y los fondos están almacenados en una finca particular. Y eso no tiene sentido.

¿Es la primera vez que se deshacen de su material?

Hace unos meses donamos los fondos sonoros. El Ateneo tenía unos fondos de unas 450 horas de conferencias, presentaciones y coloquios que se donaron al Consello da Cultura Galega, por lo que, en breve, a través de su web, podrá accederse a ellas.

¿Cuántos volúmenes son?

Son 2.805 referencias.

¿Y su familia, fue haciendo poco a poco la biblioteca?

Era la biblioteca de mi hermano, que fue premio extraordinario de carrera de la Licenciatura de Ciencias Políticas. La parte de la biblioteca de literatura nos la quedamos en la familia, la que donamos es solo de ensayo, que está formada en los años de ebullición del tardofranquismo, cuando la censura comenzó a presentar fisuras, a finales de los 60 y principios de los 70. Es un momento clave porque se da un aumento de la población universitaria con acceso de los hijos de las clases medias, una renovación de cuadros y de las políticas del régimen y la ley de prensa de Fraga, que suprime el depósito previo de ejemplares. Por ahí, se abrió una grieta que aprovecharon editores jóvenes con la publicación de textos que significaban la educación sentimental de toda una generación. Por esa vía llegan textos de la izquierda ortodoxa, de la heterodoxa, de las vanguardias culturales y contraculturales, llega el pensamiento radical, el marxista... textos de historiadores, de politólogos, filólogos...

Supongo que conseguir todos estos títulos no sería fácil, no solo por el esfuerzo económico sino también por burlar la censura.

Mi hermano, desde muy pequeño, despertó una pasión inobjetable por el mundo del libro y mi padre aprobó desde el primer momento este vicio, por decirlo de alguna manera, con la lectura. Las dificultades no fueron económicas porque éramos una familia de clase media acomodada que invertía en libros, como otras familias invierten en otras cosas. Muchos de los libros venían de fuera, estaban prohibidos y había que comprarlos en las trastiendas de algunas librerías señeras en Sevilla o en Madrid, eso sí que constituyó dificultades grandes.

¿Por qué propuso la casa Casares Quiroga?

Tiene una connotación afectiva porque supone dotar de una biblioteca y de un punto de lectura a una casa cuya biblioteca fue incautada, como todos sus demás bienes, y tenía una biblioteca de más de 20.000 volúmenes. Supone también que unas dependencias que están bien dotadas, pero que se encuentran vacías, tengan contenido. El nombre del Ateneo Republicano de Galicia y el de mi familia queda vinculado, así, a un insigne republicano.

¿Por qué piden que no se divida la colección?

Es algo que siempre había hablado con mi hermano, él quería que los volúmenes fuesen todos a un solo sitio porque si se disgregan los fondos, el espíritu que presidió la adquisición de esa biblioteca, se perdería.