Y cuando el PSOE volvió a María Pita, el botellón seguía en los jardines de Méndez Núñez, despertándose cada domingo de resaca con bolsas de supermercado, botellas y vasos rotos. La alcaldesa, Inés Rey, explica que el Concello solicitará a la Xunta que declare Bien de Interés Cultural (BIC) este espacio de la ciudad para, así, desterrar el botellón. No es la primera vez que el Consistorio recurre a este camino de proteger el espacio para quitarse de encima el consumo de alcohol en la calle. En 2008, con el socialista Javier Losada en la Alcaldía, el Gobierno local intentó que la Xunta otorgase mayor protección a los jardines para poder prohibir las aglomeraciones de jóvenes bebiendo de noche. El Gobierno gallego dijo no.

Para entonces, gobernaba en la Xunta la coalición de PSOE y BNG, pero el expediente no se resolvió ese año ni el siguiente ni al otro, sino cuando los dos gobiernos, el municipal y el gallego, habían tornado ya al azul del Partido Popular. Cuando Carlos Negreira estaba todavía en la oposición culpaba a Losada de carecer de peso político para conseguir que la Xunta agilizase el proceso y aprobase que los jardines fuesen Bien de Interés Cultural.

Pero fue durante el mandato de Negreira y con sus compañeros del PP en la Xunta, en 2014, cuando el Gobierno gallego renunció a dar la protección máxima a los jardines, en un contexto de transformación del entorno, con la construcción de los túneles para peatonalizar el centro. La Xunta justificó que la distinción en el recién aprobado plan general como conjunto histórico era "suficiente" para garantizar su preservación y que no necesitaba de ninguna otra figura más.

Para entonces, el plan especial de protección y reforma interior de Ciudad Vieja y Pescadería (Pepri) estaba en tramitación y dejaba fuera a los jardines; finalmente, el documento se aprobó de forma definitiva en enero de 2015 con el parque histórico dentro del ámbito de protección.

El botellón acabó en los jardines de Méndez Núñez desplazado de otras ubicaciones por la lucha vecinal. Años atrás, la plaza del Humor y la de Azcárraga eran los lugares preferidos por los jóvenes para concentrarse y beber por la noche. De esos enclaves, el Concello consiguió moverlos con una ordenanza que prohíbe beber en la calle en aquellas zonas en las que se perturbe el descanso de los vecinos, de modo que las reuniones se movieron de Santa Catalina, el Humor y Azcárraga para confluir en Méndez Núñez, donde no hay vecinos a los que molestar de noche.

La declaración de Bien Interés Cultural se vio como una salida para frenar el uso del parque, por parte de los jóvenes, para macrofiestas. Su utilización exigiría también que permisos para cualquier actividad.

La alcaldesa, Inés Rey, defiende que no busca que el botellón se traslade a otra zona. En su discurso apuesta, al igual que sus antecesores, por que los protagonistas de estas fiestas encuentren una alternativa a esta opción de ocio. Avanzó, en declaraciones a una radio local, que pondrá en marcha campañas concienciación para evitar que los jóvenes y, sobre todo, los menores, tomen alcohol.

Actualmente, para poder conciliar el botellón y el uso de los jardines de Méndez Núñez como un parque para todos, los servicios de limpieza acuden a primera hora de la mañana a retirar los restos de la fiesta.

Para evitar altercados y también para que no haya menores consumiendo bebidas alcohólicas o drogas, acuden también cada fin de semana, agentes de la Policía Local y de la Nacional a la zona.

Cinco años después de que la Xunta dijese a un alcalde de su propio partido que no era posible declarar BIC los jardines de Méndez Núñez, Inés Rey rescata la idea de volver a solicitar esta etiqueta como herramienta para la erradicación del botellón.