En el Copacabana llevan cuatro años deseando retirarse. Son los transcurridos desde que expiró la concesión de uso y explotación que le fuera concedida a Raimundo Sánchez en el año 1985. Su hija, Anahí Sánchez, maneja hoy el negocio en precario a la espera de un concurso que no acaba de salir. La otra alternativa, la de cerrar mientras tanto, no la contempla. "Cuando salga a concurso, esperaremos a que se presenten propuestas y traspasaremos los papeles. Lo que no voy a hacer es dejar esto en el abandono en el centro de la ciudad, pasaría como con El Remanso", explica.

La demora responde a varias razones. El gobierno anterior dejó, a su salida, un pliego preparado para sacar la concesión del quiosco-bar a concurso, pero el cambio de gobierno mantuvo el asunto en suspenso. Un contrato que estipula un canon de 53.935 euros anuales, así como la subrogación íntegra de la plantilla de la que dispone actualmente el Copacabana, que correría a cargo del nuevo concesionario.

El actual ejecutivo estudia el tema en busca de una resolución, ante lo cual la actual gerente tiene buenas vibraciones. "Ya nos hemos reunido con la concejala, Diana [Cabanas], y el trato ha sido excelente", resume Anahí. Quien recoja el testigo del Copacabana "heredará" también el proyecto de reforma del local, aprobado el mayo pasado en Junta de Gobierno Local y firmado por el mismo arquitecto responsable de la estructura del año 1985, Xosé Manuel Casabella. La empresa o particular que gane el concurso tendrá que desembolsar, a tal efecto, alrededor de 380.000 euros en las obras.

En los mismos jardines de Méndez Núñez en los que se ubica el Copacabana, lo hace también el edificio La Atalaya desde 1933. El edificio, de ámbito del Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri), fue concebido por el arquitecto Antonio Tenreiro, creador de otros inmuebles insignia de la ciudad como la antigua sede del Banco Pastor. Su concesión como cafetería y restaurante la explotan desde el año 1994 los propietarios del Grupo Gasthof, quienes la disfrutarán, al menos, hasta el año 2044.

La mayoría conoce la cafetería de la planta baja, pero el secreto del local está en la planta superior, donde se ubica una sala destinada a la celebración de fiestas de carácter privado. Uno de los laterales del inmueble escapa a la concesión, y en él despacha abonos la Asociación de Amigos de la Ópera.

Otra particularidad que comparte con su vecino Copacabana es el firmante de su proyecto de reforma, José Manuel Casabella, un proyecto en este caso ejecutado en el año 1994 y que sacó al edificio del abandono en el que se encontraba hasta el momento. Con la reforma se consolidó el edificio y se llevó a cabo una ampliación para su uso como cafetería.

El interés de la reforma reside en que esta es, si se quiere, reversible, con el fin de conservar la estética racionalista, como explica el propio Casabella. "Se pensó todo con la idea de que algún día pudiera retornarse al estado histórico anterior del edificio. Se hizo todo con estructuras metálicas desmontables".

No es de extrañar que Anahí Sánchez quiera evitar un destino como el El Remanso para su todavía local si se tiene en cuenta el estado actual de tal precedente. El recinto de la plaza José Toubes Pego, donde se asentó la cafetería hasta el año 2015, lleva desde entonces enredado en un atasco burocrático. Desde que, en el año 2014, el gobierno local del Partido Popular decidiera no prorrogar la concesión al negocio hostelero por reiterado impago del canon de la misma, que poseía desde el año 1992, el pabellón sigue pendiente de reforma y su posible uso, en una incógnita.

Tanto el gobierno popular, con Carlos Negreira a la cabeza, como el ejecutivo anterior de Marea Atlántica, presentaron sendos proyectos que planeaban reconvertir la superficie en una suerte de "quiosco cívico" para usos culturales, sociales y vecinales. Ambos terminaron sus respectivos mandatos sin materializar la transformación del recinto.

Los primeros, por empezar los trabajos previos a la obra el mismo día de inicio de la campaña electoral de 2015, sin haber aprobado antes la modificación del plan general necesaria para el nuevo uso, que planteaba el espacio, concurso mediante, como un centro destinado a actividades culturales y de ocio.

Los segundos reformularon el proyecto tras su llegada al consistorio. Con los cambios necesarios en el plan general ya tramitados, y la autorización de la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta, necesaria al encontrarse el edificio en el Camino Inglés, parecía que el enredo comenzaba a deshacerse.

Pero quedaba un escollo. De los 350.000 euros en los que está presupuestada la reforma de la antigua cafetería, la mayoría procede de los fondos europeos , lo que obligó al Concello a certificar ante el Ministerio de Hacienda la capacidad administrativa, financiera y operativa suficiente para cumplir los requisitos que implican la recepción de estas ayudas.

El cambio de gobierno del pasado mayo dejó en el aire la inversión, que espera por consignación presupuestaria. Mientras tanto, el deterioro del edificio es cada vez más evidente, al punto en el que el inmueble ha llegado a sufrir una serie de incendios que han obligado al Concello a tapiar la estructura.

En un estado de semiabandono parecido se encuentran los locales emplazados en la popularmente conocida como la "lágrima del Campo da Leña". La mayoría de los locales que conforman la pequeña atalaya de San Roque y que otrora contuvieron diversos negocios, permanecen hoy vacíos. Los carteles publicitarios comienzan a superponerse en su fachada hasta casi tapar el rótulo de Foto Tonecho, uno de los negocios más populares del inmueble.

Actualmente, solo sobreviven en activo dos de los locales, una clínica de podología y un establecimiento de venta de pollos asados. "Cedimos voluntariamente la concesión al Concello, ya que el local llevaba un par de años cerrado y no se estaba usando para lo que fue cedido", explican desde el Archivo Foto Tonecho, donde manejan el legado del fotógrafo, ya fallecido. "Las concesiones eran durante diez años, hasta que en un momento no se aprobaron, la gente protestó porque había invertido en reformas y quedó todo en un limbo", explican las mismas fuentes. El Concello, por su parte, no ha aclarado qué planes tiene para el futuro de la atalaya.

La Concejalía de Rexeneración Urbana del ejecutivo anterior enumeró en un documento una serie de bienes susceptibles de protección, caracterizados por ejemplificar la arquitectura popular representativa de ciertos barrios de la ciudad, entre los que se contaba la atalaya de San Roque. El documento proponía la inclusión del inmueble en el catálogo de bienes protegidos del PGOM, una pretensión que no llegó a cumplirse al ser esta ámbito del Plan Especial y requerir, de esta forma, una modificación del mismo.

La atalaya, que se asienta sobre el terreno de la capilla de San Roque, desaparecida en los años 40, figura en el plan general como parte del Sistema Viario Local. Una denominación que desprotege la "lágrima" ante posibles actuaciones futuras. El mandato anterior llegó a encargar un proyecto de reforma de los locales, ya entregado por el arquitecto designado y que se encuentra a día de hoy a disposición del actual área municipal de Urbanismo.

Si hay algo que va para largo es el Manhattan de la plaza de Pontevedra. La concesión de la cafetería no caduca hasta el año 2039. Si por algo se caracteriza el Manhattan es por haber mantenido, a pesar del paso del tiempo, la estética clásica que ha constituido, desde su apertura, la marca de la casa. Si hay algo claro es que el Manhattan no se mueve, ni por fuera ni por dentro. En el año 2006, cuando el ejecutivo de entonces convocó y falló un concurso para remodelar la plaza de Pontevedra, ya se planteó la idea de trasladar la cafetería a una nueva ubicación, un planteamiento que fue rechazado.

"Aquí se hizo una reforma muy costosa cinco años después de la apertura del local. Poco después, se hicieron unas obras en la plaza que obligaron a trasladar el Manhattan al otro lado de la plaza, ocasionando unas pérdidas brutales. Por eso tuvieron que tomarse una serie de acuerdos para que la concesión fuese medianamente justa", explica Antonio Taibo, actual gerente de la cafetería.

Otros espacios similares pero de menor tamaño comparten este limbo administrativo o abandono. Como el quiosco de la escalinata de Santa Lucía, cedido a la asociación vecinal de A Barcarola, que no le encuentra utilidad por su tamaño. También los quioscos de prensa cerrados desde hace años, como el de A Palloza, dependientes de la Concejalía de Movilidad.