La idea de llevar a los barrios coruñeses actos musicales con canciones de concierto, arias de ópera y romanzas de zarzuela es una brillante idea. Acerca esta música a un público potencial que muchas veces no sabe hasta qué punto puede llegar a gustarle. El enorme éxito de la iniciativa se ve refrendado una y otra vez. El amplio salón de actos del centro cívico de San Diego quedó escaso para las personas que allí se congregaron: algunas escucharon el concierto de pie y otras no llegaron a entrar. El público aclamó una y otra vez a los dos artistas, disfrutando de un programa variado, ameno y de alta calidad. Los dos artistas tienen muy distinta trayectoria; Carmenchu Domínguez, es una profesional (acaba de formar parte del espléndido elenco de la ópera Don Carlo, de Verdi, que hemos escuchado en el Teatro Colón; y David Ferreiro es todavía un estudiante de canto. El tenor coruñés frasea muy bien (se le entiende todo) y posee una notable voz de tenor lírico-ligero que todavía tiene que asentar cumplidamente, sobre todo en el centro; cuestión importante es que elija bien el repertorio porque aborda obras que no van bien a su cuerda. En mi criterio, lo que mejor cantó fue Rigoletto (Questa o quella), El último romántico (Bella enamorada) y La pícara molinera (Paxarín, tu que vuelas). La soprano es una lírico-dramática. Le van muy bien Puccini ( Butterfly, Tosca) y los veristas: Cilea (Adriana Lecouvreur); bordó La tempranica (La tarántula) y Las hijas del Zebedeo (Carceleras). Dotada de una cuerda bien cultivada con un registro agudo esplendoroso, arrebatador, ha de controlar una voz de alta calidad, grande y muy timbrada que en ocasiones pierde un poco el deseado equilibrio vocal. Gabriel López se está especializando en el difícil arte del acompañamiento; tiene el gran mérito de tocar un amplísimo repertorio.