El concejal de Cultura, Chero Celemín, fue ayer el protagonista involuntario del pleno, primero, porque su explicación fue tan larga que hasta pidió a la alcaldesa, Inés Rey, que, para un día que intervenía, le dejase acabar. Poco después, la mesa en la que apoyaba sus cosas cedió e hizo un ruido fuerte. Él, tan espontáneo como siempre, aseguró que no había sido culpa suya ni de no estar atento y arrancó la sonrisa del pleno.