Óscar Pedrós, como secretario de la delegación coruñesa del Colexio de Arquitectos de Galicia , da su visión sobre los microespacios o espacios de oportunidad y su potencial para contribuir a la cohesión social si se actúa sobre ellos, teniendo en cuenta criterios como la movilidad.

¿Qué caracteriza a los microespacios?

Son lugares donde aparece una oportunidad de encontrar una disculpa para que el espacio público tenga más relevancia de la que tiene ahora mismo en muchos de los distritos en los que se entiende por espacio público como acera y poco más. Los requisitos que tiene es simplemente que son los excedentes de una planificación o de un crecimiento, que no han tenido en cuenta que el espacio público es el pegamento de la ciudad.

¿Qué ejemplos puede poner de zonas susceptibles a esas actuaciones?

Son sobre todo las encrucijadas o los lugares donde no se ha llegado a edificar por diferentes motivos, por un tema de cruce de calles o porque la propia parcela no se ha llegado a edificar, pero presentar problemas de medianeras vistas.

¿Cómo se tiene pensado inventariar estos espacios?

El convenio con el Concello todavía no está firmado, surge a raíz de una conversación informal con la concejalía, que se ofrece a los arquitectos para encontrar estos lugares en los que se pueda acometer este tipo de actuaciones. No tenemos inventario todavía, pero en todo caso surgirá de la posibilidad de adquirir esas parcelas, o simplemente de la titularidad del Gobierno de la corporación como excedente del planeamiento. Se podrán catalogar todos esos espacios que presenten unas dimensiones mínimas que puedan permitir la reunión o el encuentro.

¿Se tiene pensado contar con la participación vecinal para realizar este inventario?

Sí, es deseable, pero independientemente de eso creemos que los arquitectos debemos tener esas decisiones más estructurales de la ciudad. Después de un diagnóstico coherente, es bueno que nos hagan ver que a lo mejor un lugar que no hemos identificado puede llegar a serlo, es complementario.

Estos espacios se concentran sobre todo en zonas como Os Mallos, Agra de Orzán y Os Castros. ¿A qué se debe?

Hay dos motivos. En primer lugar, la presión urbanística que sufrieron estos barrios. En la década de los 50 eran lugares donde toda vía se implantaban las casas baratas, o que estaban en el extrarradio. Precisamente el concepto "casa barata" viene por la ley de casas baratas que hacía que las viviendas tuviesen una serie de condiciones urbanas que permitiesen erradicar problemas del momento como la tuberculosis, porque obligaban a tener espacios y zonas verdes en la propia parcela como jardín o patio. Nos encontramos con el desarrollismo a partir de la primera ley de suelo en el 56, donde se tiró más de altura. No quiero decir que la densidad en la ciudad a raíz de edificios en altura no sea necesaria, pero no se contemplaron en la misma proporción las zonas verdes. Lo que hizo fue fomentar la actividad constructiva y especuladora dejando un poco de lado la necesidad de relación.

¿En qué medida la creación de estos espacios de oportunidad favorece la cohesión social?

Mucho. La propia palabra barrio implica no solo la arquitectura o el diseño, sino una serie de relaciones humanas, una escala que no se perdió por la altura de los edificios, sino por la falta de conexión entre esos barrios y el centro y entre esos barrios mismos. Lo que se perdió en ese momento fue el concepto de barrio, pero no como tejido urbano constructivo, sino como lo que significa la unidad vecinal y la convivencia. En otros extremos tenemos unidades vecinales como era el Barrio de las Flores, a partir de un diseño más racional mezclaban la residencia con el espacio público. La percepción de esos barrios hoy es la de un espacio que tiene sus problemas de seguridad o de convivencia, cuando realmente son zonas que sí contemplaron el espacio público, y esto se debe a su posición relativa en el centro de la ciudad, y a otras dinámicas más bien sociales, no al propio diseño.

Los vecinos suelen apuntar a la necesidad de mejoras de mayor calado más que a la rehabilitación de estas zonas. ¿En qué mejoraría la vida de los vecinos estas actuaciones?

Ha habido experiencias ya en la ciudad, como la calle Orillamar, que todos recordábamos como una conexión al cementerio con unas aceras estrechas y grises, sin árboles, y ahora mismo es una arteria peatonal entre Monte Alto y las Atochas. A través del diseño se puede llegar a cualificar un lugar que haga que la gente circule por él, puedes llegar a predecir que ese lugar tanto a nivel de circulación de personas como a nivel de negocios se vuelva un espacio activo. El diseño no basta, se deben de crear unas condiciones previas que vienen determinadas por un plan de movilidad más global, que permita llegar a dotar esas áreas más peatonales de una coherencia dentro del todo. Esto se ha hecho por fascículos. En la Pescadería funciona porque está protegida, en otras zonas, como la calle Barcelona, cuesta más. Se peatonaliza pero no conecta con el centro. La movilidad, que debería ser estudiada a la vez que los microespacios. Las cirugías que se hacen en la ciudad tienen que estar coordinadas con una lectura global.