El consumo de alcohol en la vía pública es un problema que, aunque itinerante, arrastra la ciudad desde hace mucho. Ya en 2009 el botellón causaba el desespero entre los vecinos de las áreas entonces afectadas, como Santa Catalina y El Ensanche, así como el de los cercanos a los Jardines de Méndez Núñez, en los que el problema continúa hoy. El hastío llegó a ser tal que los perjudicados plantearon el uso del mosquito, un aparato con forma de pequeño altavoz que emite sonoridades de alta frecuencia, y que solo perciben los menos de 30 años. Un experimento proyectado por un grupo de artistas fue el que dio a conocer el invento en la ciudad, en la que se generó un debate entre el Concello y las asociaciones vecinales.

Los residentes afectados por el botellón defendían que el ultrasonido era inocuo, y que no existía ninguna ley contra su empleo. Incidían además en la ausencia de normativas por parte del Ayuntamiento y de la Xunta que prohibiese el consumo público de alcohol. La entonces concejala de Juventud, la nacionalista Ermitas Valencia, replicó que el Concello "nunca" recurriría a este mecanismo. Propuso en su lugar "la educación y las alternativas de ocio", una fórmula que todavía no ha calado en los Jardines de Méndez Núñez, sobre los la alcaldesa Inés Rey ha planteado la declaración de Bien de Interés Cultural.