Por primera vez desde que dio comienzo el curso escolar, Miguel Martínez podrá asistir a su clase en el colegio de Educación Infantil y Primaria Eusebio da Guarda como cualquiera de sus compañeros. El pequeño de tres años necesitaba asistencia continua debido a una traqueotomía, y no fue hasta el día de ayer que la Xunta asignó a una cuidadora al centro para dedicarse a la atención exclusiva del niño durante la jornada lectiva.

Su madre, Alexia Hermida, afirma sentirse "aliviada y mucho más tranquila" y anima a los padres a "luchar por los derechos de sus hijos". Según la madre, la asistente especializada en el cuidado de Miguel estará en el colegio "el tiempo que haga falta hasta que lo operen", y asegura que, si esto se vuelve a repetir, volverá a luchar por su hijo, tal y como ha hecho estos meses.

El proceso por el que ha pasado esta madre hasta conseguir un cuidador para Miguel ha sido largo y muy difícil. El centro, que era consciente de las necesidades del niño, ya se había puesto en contacto con la Xunta en julio, pero al empezar el curso no había ni rastro del nuevo cuidador y la Xunta le decía que con los dos adscritos al colegio resultaba suficiente."Al no recibir una respuesta de parte de la Xunta después de insistir decidí hacer público el caso de Miguel. Poco después de que saliese la noticia en LA OPINIÓN recibimos su llamada, y ayer llegó la cuidadora. Por fin podemos estar tranquilos", asegura Hermida.

"Ellos tienen derecho a una educación como la de todos los demás. Mi niño es un niño normal, con una discapacidad, pero es como otro cualquiera. Está integrado en su clase. Canta, baila y llora como todos los niños. Que no pudiese disponer del cuidador que necesitaba es una discriminación", declara la madre.

Hasta el momento, el horario de Miguel era mucho más reducido, ya que solo podía ir al centro a partir de las 11.00 horas. "Él no puede estar solo teniendo la traqueotomía, porque si se atraganta o se mete cualquier cosa puede morir, y antes de las 11.00 no había cuidador para él. Cada vez que pasábamos por delante del cole, Miguel lloraba porque no podía ir tanto como sus compañeros. Cuando lo dejaba allí estaba pegada al teléfono desde que me iba hasta que lo iba a recoger. Esto supone un alivio para los dos", comenta.