Claro que Verdi vive! Naturalmente, en su música; pero el mundo entero lo recuerda una y otra vez, día tras día, al poner en escena sus maravillosas obras. La Banda Municipal ha tenido el acierto de programar un monográfico sobre el gran músico italiano; y el concierto transcurrió entre encendidos aplausos y aclamaciones, que se recrudecieron tras la obertura de La forza del destino y de la gran escena final del acto segundo de Aida. Son dos páginas soberbias que se beneficiaron de sendas excelentes transcripciones de Franco Cesarini y de una ejecución formidable de nuestra banda que, como siempre, da muestras de su flexibilidad y de su capacidad para el cantabile, lo cual es absolutamente imprescindible para Verdi, aun en páginas puramente orquestales debido a su don para la melodía y además porque las oberturas suelen ensamblar fragmentos que se escucharán, cantados, posteriormente a lo largo de la obra; es decir, la denominada obertura-potpourri. Pero aún valoramos más, si cabe, el bis ofrecido: el preludio del acto primero de La traviata, debido a la dificultad de suplir el protagonismo de la cuerda, protagonista absoluta de esta página, con instrumentos de aliento. No es extraño que el público aclamase a la agrupación tras la magnífica lectura de esta hermosa pieza. Es más, algunos entusiastas pedían insistentemente "¡otra!" Pero no hubo otra, a pesar de la reiteración en los aplausos. Parece como si se hubiese establecido una tradición en el sentido de no ofrecer más que un bis, sea cual fuere el éxito del concierto. Si así fuese, sería una tradición absurda.