Mariella Devia (Chiusavecchia, 1948) apenas puede contener los recuerdos cuando pisa de nuevo A Coruña. Esta fue la ciudad que la vio en sus inicios, en unos años 80 de los que todavía puede escuchar, si pone el oído, los aplausos que le dedicó el público por su Sonámbula de Bellini. El a veces tan subestimado bel canto la acompañó desde entonces, con papeles recreados al milímetro como Lucrezia Borgia, con la que recaló hace dos años en la Temporada Lírica. Por aquel rol se alzaba este marzo como mejor cantante en los premios Ópera XXI, un galardón que recoge ya retirada y dedicada a clases como el Curso de Interpretación Vocal que impartirá desde mañana en el Conservatorio Superior de Música.

¿Cómo se vive alejada de la ópera?

Bien, porque fue una decisión mía, meditada. No extraño nada porque sigo haciendo conciertos, lo que no hago es ópera en forma escénica. Y no echo de menos el escenario. He hecho tantas producciones, y tan bellas, que guardo un hermoso recuerdo.

¿No le han ofrecido volver?

Sí, me pidieron que hiciera óperas, pero yo dije que no... La última que representé sobre el escenario fue Norma, en Venecia.

La última en versión concierto la hizo aquí, ¿cómo es regresar?

Estoy muy contenta de venir a dar una clase magistral. Hace mucho que quería dedicarme a la enseñanza. Además, creo que, con mi experiencia, puedo ayudar a los jóvenes.

Cuando usted lo era también estuvo aquí. Era el principio de su carrera...

¡Sí! ¡Cuántos años hace de eso! [risas].

¿Qué recuerda de aquella Sonámbula de Bellini que interpretó?

Fue una experiencia de juventud muy divertida. El tenor era Eduardo Giménez, un cantante catalán. Recuerdo que A Coruña me gustó desde el mismo instante en el que la conocí. Esta ciudad circundada por el mar...

Ahora le toca compartir lo aprendido desde entonces. ¿Cómo enfoca sus clases?

Siempre empiezo escuchando, para saber cómo puedo ayudar. Les hago cantar [a los alumnos] cualquier cosa y entonces debo descubrir cuál es el defecto, y tratar de echar una mano desde el punto de vista técnico, interpretativo y de estilo, lo cual no es fácil.

Usted dice que no enseña, que corrige.

Corrijo, y corrigiendo se enseña. Porque si yo cometo un error, pero no me doy cuenta de cuál es, continuaré haciéndolo. Corrigiendo el error, se entiende cuál es el camino, y así se aprende.

¿Qué errores suele encontrar en los más jóvenes?

El repertorio, que es importantísimo. Luego, errores técnicos...

Todos los maestros con los que ha contado la Temporada Lírica„ Alberto Zedda, Renata Scotto y usted ahora„ han sido italianos. ¿La ópera sigue entendiéndose mejor en su cuna que en cualquier otro sitio?

No, porque, por ejemplo, la ópera que se hace en España es hermosísima. Claro que la cuestión de la lengua materna facilita las cosas, se puede pensar que simplifica nuestro camino. Pero desde el punto de vista ejecutivo, y ahora más, se entiende en todo el mundo. No creo que en Italia la ópera se haga mejor que en otros lugares.

A usted la lírica la cogió en la época de las grandes divas. ¿Cómo afrontó la inestabilidad a la que se enfrentaron los teatros al final de su carrera?

Ay, eso fue difícil [risas]. A lo largo de los años, el teatro ha cambiado, como cambian todas las cosas. Ha cambiado desde el punto de vista del escenario, de la dirección... Ahora está la crisis, faltan fondos y, en general, todo se hace mucho más rápido. Y eso no siempre es una cosa positiva.

¿Ha tenido momentos difíciles sobre el escenario?

No hay un momento fácil, porque estás constantemente en un teatro diferente, ante un público distinto que espera de ti lo máximo. No tienes un instante de calma, y siempre existe el miedo. Así que todos los momentos sobre el escenario son difíciles [ríe].

Usted ha compartido muchos con artistas icónicos, como Alfredo Kraus. Hasta la acabaron llamando " Kraus in gonella " ("Kraus con faldas").

[Risas] ¡Sí, de vez en cuando alguien me llama así! Fue porque siempre hemos estado el uno en el repertorio del otro...

Ha apuntado que el suyo no era muy popular.

Yo creo que es un repertorio difícil, y sí, nada popular. Pero a mí personalmente me ha dado tantas satisfacciones...

¿No ha tenido inquietudes más allá del bel canto ?

No, porque ¡cómo me divierto cantando el bel canto...! Además, no es un repertorio popular, pero hay una gran parte del público que lo ama.

Ahora que ya está retirada, ¿hay algún papel que lamente no haber hecho?

No, sinceramente no. De hecho, he hecho personajes que nunca creí que llegaría a hacer, como Norma y Roberto Devereux.

Decía Mozart que el secreto estaba entre las notas de una partitura, ¿qué ha encontrado usted en ese hueco?

He encontrado el modo de interpretar un personaje, leyendo la partitura y mirando el sentimiento del rol que estoy cantando. Presto mucha atención a las notas y a cada palabra y, por lo tanto, a la emoción. La sensibilidad está muy vinculada a ellas. En realidad, diría que hasta son la misma cosa.