Los españoles somos muy extremistas: o exaltamos lo nuestro porque sí, con razón o sin ella; o lo denigramos precisamente porque, por ser nuestro, lo estimamos de escaso valor. El crítico debe huir de ambos extremos y valorar los méritos reales de un cantante, sea de casa o sea de fuera. Quiero ser objetivo cuando hago el encendido elogio de un tenor "de casa": Pablo Carballido, artista, profesor y director de coro. Dicción elegante; emisión clara por franca, ortodoxa, apertura de la cavidad oral incluso en los pianos; utilización de los reguladores del volumen modelando mediante ellos el fraseo; uso del registro de cabeza siempre contenido, sin abusar del recurso; intensidad de la expresión; voz bien igualada en los tres registros; timbre homogeneo, brillante en el agudo, siempre bien situado... Son cualidades que definen a un magnífico cantante. Y lo tenemos en casa. Es verdad que lo hemos utilizado en las representaciones de ópera, cubriendo con total dignidad multitud de roles secundarios. Pero este recital nos lo ha mostrado en toda su real valía. A pesar de que se hallaba bastante mermado en sus facultades vocales por un enfriamiento que le provocaba veladuras y riesgo de quiebro en la voz; no es pequeño mérito que supiese superar esta peligrosa dificultad y llevar hasta el final un amplio, generoso, programa. Fue aclamado por un público numeroso e inteligente que supo apreciar la calidad vocal de nuestro tenor. Ludmila Orlova es la admirable pianista capaz de acompañar con singular talento prácticamente cualquier obra de repertorio. Basta escucharle la introducción del aria de La Creación, de Haydn, para saber que estanos ante una gran artista.