La Torre de Hércules es por ahora el último edificio gestionado por el Concello que se suma a la relación de los afectados por la presencia de radón, el gas radiactivo de origen natural que genera problemas de salud en concentraciones elevadas. Un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que sucede a uno anterior de la Universidade de Santiago, revela que la media de concentración de radón en las instalaciones del faro es de 820 becquerelios por metro cúbico de aire, cuando el nivel máximo aconsejado por la Organización Mundial de la Salud es de 300.

Ese documento señala que los dos puestos de trabajo de los trabajadores que atienden al público, situados en la entrada y la salida del recinto, son los que revisten mayor riesgo, ya que los empleados permanecen allí de forma regular. Este dato lleva al CSIC a proponer que se instalen unas cabinas acristaladas y con ventilación mecánica para evitar la exposición de los trabajadores al radón. El Gobierno local rehusó ayer informar sobre qué medidas adoptará en la Torre para prevenir daños por este gas, que comunicará antes a los representantes sindicales de la plantilla.

El primer edificio municipal en el que el radón generó complicaciones fue la biblioteca de la Casa de las Ciencias, que tuvo que cerrar al público desde marzo de 2010 a mayo de 2011 al detectarse altos niveles del gas durante la realización de unas obras. La clausura se adoptó con carácter preventivo, ya que en aquella reforma estaba ya programada la instalación de un nuevo sistema de ventilación que contribuyó a disipar el gas.

Ese mismo año se hicieron mediciones en el Palacio Municipal, concejalía de Hacienda, Domus, Casa de los Peces y castillo de San Antón, al tiempo que se aconsejó a la Autoridad Portuaria que las realizara en la Torre de Hércules. En el edificio de María Pita el problema se concentró en la zona de conserjería, informática y despachos sindicales, que se reformaron, de forma que las mediciones revelaron en 2012 que el radón había descendido a niveles normales. En el edificio de la Hacienda municipal, en la calle del Franja, la concentración más alta se apreció en el archivo, por lo que se prohibió la presencia prolongada de trabajadores en ese lugar y se recomendó activar la ventilación en todo el inmueble.

En la Domus solo se registró un nivel alto en el cuarto de la limpieza de una planta inferior y en el restaurante, por lo que se instó a los responsables de ambas actividades a potenciar la ventilación de ambas zonas. Mientras que en la Casa de los Peces no se detectó radón en concentraciones elevadas, en el castillo de San Antón se localizaron en el yacimiento arqueológico que alberga, en los archivos situados junto a él y en la zona alta, por lo que se trasladó al personal situado en esas áreas. El que fue director del Museo Arqueológico, José María Bello, consiguió que la Seguridad Social le reconociese en 2017 que el cáncer que padecía le fuese reconocido como accidente laboral, ya que ocupó durante años un despacho en ese edificio.

El Concello volvió a efectuar mediciones en sus instalaciones en 2017 que reflejaron que los problemas solo persistían en el edificio de Hacienda y en la Domus. En el Palacio Municipal se hallaron concentraciones altas en las fachadas este y norte, por lo que se revisó la ventilación y se buscaron medidas para evitar la entrada del radón desde el terreno sobre el que se asienta el inmueble.

Ese mismo año se efectuaron mediciones también en la Casa del Agua y el Ágora, al igual que una de las Casas de Paredes que sirve de sede a la concejalía de Educación y Cultura, donde se apreció que se superaban ligeramente los 300 becquerelios. Esto llevó a que en 2019 se encargase un estudio para tomar medidas que redujeran la concentración en ese último inmueble. También este año se aprobó una modificación del presupuesto municipal, que incluía casi 50.000 euros para actuar contra el radón en edificios municipales.