El pianista Paulo Brasil sustituyó casi a última hora al portugués Filipe Pinto-Ribeiro, previsto en principio para integrar el Trío Ludovicus. El artista brasileño, formado de niño en su propio país y después en Rusia y en Austria, vive actualmente en Ferrol. Es un verdadero solista que, con los otros dos verdaderos solistas „Ludwig y Ruslana„, integran un trío de altísima calidad. Realizaron un precioso concierto en el que lograron una versión memorable del conocido y precioso trío dumky, de Dvorak. En esta obra, destacó la limpia digitación de Paulo Brasil, el bello canto del chelo de Ruslana Prokopenko y los exactos y hermosos sonidos que logró Ludwig Dürichen en el registro agudo del violín. Pero, acaso sobre todo, una perfecta compenetración y un preciso balance sonoro entre el piano y los arcos. A pesar de haber mantenido la tapa del piano abierta por completo, lo cual es poco habitual ya que exige un cuidado especialísimo para que el pianista no ahogue a los arcos. Algo de esto hubo en el trío de Beethoven, tal vez más carente de ensayos para lograr ese imprescindible equilibrio entre las tres distintas sonoridades de los tres diferentes instrumentos. Si a ello unimos pequeños problemas de encaje y algunos leves errores, aun admitiendo que la versión resultó más que estimable, hemos de concluir que estuvo lejos de la maravillosa interpretación del trío de Dvorak. Los aplausos y exclamaciones de un público muy inteligente y entendido tampoco dejaron lugar a dudas. Las muestras de entusiasmo se reiteraron tras el bis, una espléndida y un poco burlesca, Pequeña marcha vienesa, de Kreisler, obra que ha conocido multitud de transcripciones.