El filósofo, periodista y escritor Josep Ramoneda analiza en su nuevo libro, Cataluña-España: ¿qué nos ha pasado?, a modo de ensayo colectivo, la situación catalana y su posible solución a través de ensayos de 17 autores diferentes que muestran diversas perspectivas sobre la cuestión.

¿Qué nos ha pasado? Podría ser la primera pregunta.

Es que nos han pasado tantas cosas y desde hace tantos años, que es difícil saberlo. No hay que creer que esto que nos ocurre es una enfermedad extraña nuestra. Lo que nos ha ocurrido tiene las mismas causas desencadenantes, con sus singularidades, claro, que el Brexit, Trump, Salvini o el nacimiento del 15M. Después de los 20 años de hegemonía neoliberal aplastante e incontestada, en los que la socialdemocracia se entregó a la derecha por falta de proyecto propio, en los que se impuso la idea de que todo estaba permitido, se podía crecer y endeudarse indefinidamente, ha habido una fractura de tal envergadura en todo el mundo, y, sobre todo, en Europa, que la gente se ha sentido desposeída. Christopher Clark lo decía el otro día: "Hemos sustituido viejas utopías por nuevos pasados". Estamos en un momento de construcción de nuevos pasados, la gente se ha sentido descolocada y busca lugares donde referenciarse. Parece que una connivencia entre élites políticas y económicas ha dejado a la ciudadanía abandonada, lo que facilita un discurso de populismo contra élites.

El libro está estructurado en forma de ensayos de diferentes autores. En este multiperspectivismo, ¿hay algún punto en común?

Sobre todo, el punto en común es la voluntad de hablar y aportar ideas. Ninguno está en la vida política, son todos intelectuales o periodistas, personas que han hecho de su profesión el ejercicio de pensar y discutir. Se trata de buscar puntos de encuentro que hagan posible la construcción de una nueva etapa, porque quien piense que es un problema que se va a resolver, se equivoca. Una solución definitiva no parece facilmente imaginable.

¿Pasa, necesariamente, por sentarse a dialogar?

Por supuesto que sí. La posible solución pasa, de hecho, por algo incluso anterior, el reconocimiento mutuo entre España y Cataluña. Desde las instituciones españolas se ha de reconocer como sujeto político algo que existe, un movimiento muy diverso y complejo, que hay que mirar en su complejidad y no como si fuera una cosa completamente integrada, bien coordinada y homogénea. Lo que hay es un proyecto independentista que existe, tiene un apoyo que llega a los dos millones y pico de personas, que es su tope. En vez de anunciar como hace la prensa española, cada semana, la muerte y el declive del independentismo, lo primero es reconocer que existe. Y, a la inversa, deben reconocer que hay un Estado Español, que es un estado homologablemente democrático, aunque tenga deficiencias, aunque haya una degradación democrática como en todos los países europeos. Si no hay este doble reconocimiento, es muy difícil avanzar.

Habla de que la espectacularización del conflicto ha llevado a que el asunto se perciba como una confrontación entre amigos y enemigos. ¿Qué responsabilidad tienen en esto los medios de comunicación?

Yo creo que algo que hay que plantearse es que los medios de comunicación han cambiado enormemente. Con los medios actuales, es legítimo preguntarse hasta dónde la democracia, como nosotros la hemos conocido, es posible. Quizás es capaz de mutar hacia otros terrenos que yo no me atrevo a dibujar. La reflexión sobre los medios es importantísima, el mito que nos prometía Manuel Castells de que somos todos libres y que cada ciudadano puede ser un agente de expresión sin limitaciones a través de las redes sociales, ya se ha visto dónde llega. Ya se ha visto lo difícil que es establecer criterios razonables para saber qué información es fiable y cuál no. Las redes sociales, en contra de lo que se decía, lo que hacen es reforzar el espacio próximo. La mayoría de gente se comunica con quien ya se comunicaba. Hay que plantear la cuestión de los medios. Se han escandalizado, y me parece demencial, con la presidenta de la Asamblea Nacional de Cataluña por haber dicho que las escenas de violencia daban visibilidad internacional. Es una verdad como un templo. ¿Qué sabríamos, si no, de Chile, o de Hong Kong? Ves el sitio a través de lo que ocurre.

Con los disturbios ocasionados por la sentencia del procés , ¿teme consecuencias penales graves para los impulsores de las protestas?

A mi entender, no, está tipificado en el ámbito de los desórdenes públicos, es en el sentido en el que hay que actuar. Ni la rebelión ni la sedición caben aquí. Me resulta incomprensible todo el proceso judicial que se ha montado. Creo que había un delito de desobediencia que llevaba a la inhabilitación de sus responsables y punto. Ahora está la idea de que hay que derrotar al independentismo con condenas altísimas, pensando que así se les derrotará para siempre. Cataluña no tiene, a corto plazo, ninguna posibilidad de construir, unilateralmente, una República, ni España las tiene de borrar al independentismo del mapa.

¿Considera que los líderes catalanes creían realmente en la vía unilateral, o sabían que era inviable?

Para mí, la prueba más evidente es que todo el mundo sabía que era una declaración retórica, no efectiva. Eso se demostró porque no se publicó en el DOG, segundo, porque se fueron todos. Si se hubiesen creído la declaración unilateral, habrían estado allí todos dirigiendo la República Catalana. Fue incompetencia. Yo lo escribí 15 días antes, el independentismo llegó a su techo en vigilias del referéndum, pero también era evidente que no tenía fuerzas de ir más allá. Era el momento de parar, recontarse y emprender otro camino.

Ante un posible gobierno de coalición PSOE-Podemos ¿Qué suerte correrá Cataluña?

Para Cataluña es una oportunidad de volver a la escena con alguna presencia. Espero que Esquerra Republicana sea capaz de aprovecharla, a pesar de que nunca se atreven a dar el paso. Hay un problema que es la disputa por la hegemonía del espacio independentista. Creo que todos tienen claro que hay que entrar en otro terreno y la batalla es larga, pero luego no dan el paso. Ahora tienen la oportunidad de atreverse, entrar y hablar con unos y con otros.