A Pablo López Orosa el periodismo le atrapó desde pequeño. Lo suyo era vocación, que mantuvo hasta el final y que combinó con un compromiso inquebrantable con el fin último de su oficio: dar voz a quienes no la tienen. Como niño en la aldea de Oza-Cesuras en la que nació en agosto de 1985, como becario en Onda Cero A Coruña, como adulto freelance por cuatro continentes, como periodista en LA OPINIÓN, o como escritor debutante, su meta era contar “reportajes y crónicas, o cualquier cosa que mi abuelo habría podido llamar cuentos”. Pablo falleció ayer a los 34 años, después de haber regresado de Mozambique, su último destino profesional, a finales de octubre y haberse encontrado mal y sufrir fiebre los últimos días. Sus restos mortales está previsto que sean trasladados a la Funeraria del Carmen, en Oza-Cesuras, cuando concluya la autopsia.

Experto en cobertura de conflictos internacionales como periodista independiente desde 2013, Pablo López Orosa aprendió a “amar las historias” en Oza-Cesuras, “escuchando los cuentos sobre Foucellas, el maqui que no era tal, o quizás sí”, como ha dejado escrito en su carta de presentación en su web. Con aquellos “susurros” decidió ser periodista, para ser él quien un día “contara aquellas historias”. Historias que encontraba en cualquier lado: Oriente Medio, Sudeste Asiático, América Central, el este de África, su Oza-Cesuras natal, su barrio de O Castrillón e incluso las anécdotas personales que los coruñeses cuentan desde hace veinte años en la sección dominical de este diario La ciudad que viví, donde, decía, se dejaban “pequeños retazos que ayudan a reconstruir la ciudad”.

El periodista coruñés, licenciado por la Universidad Complutense de Madrid “con notas mediocres”, comenzó su carrera profesional en 2008 con una beca en la redacción de Onda Cero en A Coruña, y después continuó en Efe en la ciudad y como corresponsal de la agencia de noticias en Guatemala. Su paso por LA OPINIÓN A CORUÑA en 2018 dejó muestras de su periodismo de compromiso social desde una perspectiva local. La emoción que le ponía a sus crónicas de Mozambique y Guatemala también se encontraba en sus reportajes de Monte Alto y O Castrillón, su barrio en A Coruña.

Pero su verdadera vocación era trasladar a los lectores el drama y la esperanza de quienes sufren en primera persona los conflictos violentos y de guerra, en su intento de agitar conciencias. Su trabajo como freelance ha sido recogido en numerosos medios, como El Mundo, eldiario.es, La Marea, El País, Gara, Público, Jot Down, La Razón, y, en especial, la revista Luzes, en la que ha publicado sus reportajes y crónicas con asiduidad.

Pablo López Orosa se había especializado en coberturas internacionales, con trabajos en Oriente Medio, el Sudeste Asiático, el este de África y Centroamérica. En 2017 recibió el XII Premio de Periodismo Solidario Joan Gomis por el reportaje La tregua de los zapatos, sobre el alto en la violencia entre las maras de Guatemala, publicado en eldiario.es. En 2018 editó su novela Fálame do silencio (Xerais), un libro que resume cómo Pablo vivía para las historias: el germen lo encontró en un manuscrito con la vida de su abuelo, “un señor de esos que marchó a comprar tabaco y nunca más volvió”. Allí donde la mayoría no veía nada, Pablo encontraba una historia que contar, con su estilo maravillosamente natural y empático.

Su presentación en su web personal sucinta su pasión por el periodismo: “Expulsado de las redacciones, comencé a viajar por el mundo en busca de gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas. Gente que puede cambiar el mundo. O quizás oscurecerlo aún más. Porque el periodismo encuentra en la escala de grises el espacio para ser lo que soñó ser: una ventana desde la que mirar y entender”.

“Desde 2013 he recorrido Oriente Medio, Sudeste Asiático y América Central contando las ausencias de la posguerra iraquí y el conflicto kurdo; narrando la muerte de lenguas milenarias o el genocidio de la minoría rohingya en Birmania; o tratando de entender por que en Guatemala la sociedad camina mirando hacia atrás. Ahora avanzo por el Cuerno de África. Escribo reportajes y crónicas. O cualquier cosa que mi abuelo habría podido llamar cuentos”.

Su muerte sacudió ayer al periodismo coruñés, gallego y español, con innumerables muestras de dolor de sus compañeros y amigos de profesión, de los medios en los que colaboró y trabajó, y también de los lectores que seguían su trabajo. A todos nos quedan sus historias y su perenne bondad.