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Ensayo del ballet 'Carmen', con la Compañía Nacional de Danza y la Sinfónica de Galicia

Lleva cuatro años en carretera, y ya está todo rodado. Pero no siempre fue así. Antes de que Carmen Carmense derramara en escena como un juego de fichas perfectamente alineadas, hubo meses de trabajo intenso, de poner los codos sobre la mesa y maquinar. Johan Inger, coreógrafo sueco, fue la cabeza líder de la nueva versión de la pieza de Bizet acometida por la Compañía Nacional de Danza (CND), para la que reinventó el clásico desde prismas hasta entonces inexplorados. Más de una treintena de bailarines y la maestría de artistas como Curt Allen (escenografía) y Gregor Acuña-Pohl (dramaturgia) le acompañaron en el desarrollo de la pieza, que juntará por primera vez a la institución con la Sinfónica de Galicia en el Palacio de la Ópera de A Coruña, con Joaquín de Luz al frente de la dirección artística de la compañíaJoaquín de Luz.

Al recinto llegará este viernes y sábado la obra (20.30 y 20.00 horas), cargada de un equipo de ocho técnicos, dos maestros repetidores, un fisioterapeuta y la batuta del director Manuel Coves. Se une al cuadro el vestuario diseñado por David Delfín, unas telas con el mismo tono contemporáneo que ha querido mantenerse en el resto de la obra. El traje rojo sangre de Carmen, los lunares, las lentejuelas y los coloridos vestidos de las cigarreras iban a ser los protagonistas absolutos de la primera escena de la obra, con la que el público comprendería de forma inmediata que aquella no iba a ser una adaptación clásica más. Ningún espectador, sin embargo, llegaría a ver jamás aquella apertura, que se desechó el mismo día antes de su estreno en 2015.

"Los bailarines llegaban al escenario y se ponían el vestuario a la vista de la gente. Se trataba de decir que era solo teatro, pero al final le quitaba fuerza", cuenta Acuña-Pohl. El dramaturgo define aquella decisión como "el plan C" de un proceso que contó, necesariamente, con muchas fases. Por el camino entre unas y otras se perdieron propuestas a veces alocadas, como la de una señora de la limpieza que cruzaría las tablas en el descanso canturreando la habanera de Carmen.

Los creadores acabaron descartando el guiño por ser demasiado humorístico, y por no encajar en una historia que, apuntan, es en realidad un brutal retrato del "te maté porque eras mía". En la versión de la CND, Carmen no es una f emme fatale que enreda a Don José con sus encantos, sino un mujer que desea decidir sobre su vida con libertad. "En las adaptaciones suele ser un personaje muy frívolo, pero a nosotros nos interesaba quién tenía en realidad la culpa, si la musa o el loco", apostilla Acuña-Pohl, que se embebió durante el proceso de sus predecesores a la hora de acometer la historia.

La tragedia de Carmen, de Peter Brook, fue una de las mayores inspiraciones para el desarrollo de la pieza. Pero fue la novela original de Mérimée de la que verdaderamente partió todo. Cuando Johan Inger recibió el encargo del anterior director de la compañía, José Carlos Martínez, de realizar un título español, decidió que había muchos tesoros que destapar en las profundidades de Carmen. "Leí el libro y lo primero de lo que me percaté es de que había mucha violencia. Queríamos explorar dónde empieza ese círculo y cómo pararlo", explica el sueco, que recupera el protagonismo que Don José tiene en el libreto original.

El cabo, que se enamora de la gitana y termina en una banda de contrabandistas es el eje sobre el que Inger construyó su adaptación. Tardó ocho meses en desarrollar la idea junto a Acuña-Pohl, con el que se encontraba "dos o tres veces a la semana" en Sevilla para visualizar cómo iba quedando la pieza. En ella introdujo personajes novedosos, como un niño que representa a esas otras víctimas de la violencia de género. "Cuando Johan era pequeño, un amigo suyo recibió malos tratos. Vio cómo ese niño extrovertido se metía en su carcasa, y se inspiró en eso a nivel emocional para crear a uno que asiste a la violencia de los adultos y aprende de ella, como le sucede a la mayoría de los maltratadores", explica el dramaturgo.

La creciente toxicidad de Don José hacia Carmen cuando esta se fija en el torero Escamillo, y que acabará en asesinato, es el leitmotiv no solo de la trama, sino también de la estética. Una llamada en 2014 puso a Curt Allen al frente de una escenografía oscura y atemporal, como la violencia, "que pudiera ocurrir en cualquier sitio". Hasta tres versiones, tanto a maqueta como a pluma, creó el artista junto a su compañera en el Estudio DeDos, la arquitecta Leticia Gañán. De ideas como la recreación de la fábrica de tabacos se pasó a un escenario con periactos móviles, una especie de prismas de hormigón, espejo y chapa ondulada con el que los bailarines arman sobre las tablas una veintena de espacios.

"Tienen tres caras porque el tres es lo que desata los celos", indica Allen, que asegura que las facetas provocaron algún que otro embrollo en la función. "Es importante que la mitad de ellas vayan hacia un lado y las otras al revés, para que casen. Pero la segunda vez que se construyó la escenografía se les olvidó, y tuvieron un problema muy gordo cuando quisieron representar la obra", recuerda.

La logística no fue el único punto a resolver para dar vida a Carmen. También la música planteó problemas, ya que la suite original no cubría siquiera el primer acto. Inger acudió entonces a la versión de Bizet realizada por Shchedrin, y a Marc Álvarez. El compositor puso voz a aquellas escenas huérfanas de partitura, una tarea que acometió con la intención de contar "qué les pasaba a los personajes".

El proceso le llevó dos meses, y muchos quebraderos de cabeza. "No hacía otra cosa en todo el día. Y Johan me mareaba que no veas. Tenía que tener las cosas a contrarreloj, porque en los ensayos había cambios constantes", cuenta. De algún solo de Don José, llegó a hacer hasta nueve versiones distintas hasta convencer al coreógrafo. Aunque para el sueco, confiesa, la pieza también fue faraónica. "Fue mi primer intento con un título narrativo. La verdad es que he tenido mucho miedo de hacer esta versión de Carmen", concluye.

UNA COSTURA ENTRE EL SIGLO XIX Y EL XXI

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Los secretos de 'Carmen', al descubierto

La distancia del sueco Johan Inger con el folclore español llevó a la compañía a desechar cualquier tipo de referencia histórica a nivel estético. La decisión se trasladó al vestuario diseñado por David Delfín, y a las 10 categorías de conjuntos que creó para la obra. El artista, fallecido hace dos años, ideó un total de 34 trajes, en los que destacan detalles como los lunares, las lentejuelas o los cuellos mao. El vestido carmesí que lleva Carmen la identifica durante toda la función, en la que el colorido de la gitana y las cigarreras contrasta con los monos negros de las sombras de la segunda parte.