El presidente de la Fundación Docomomo Ibérico, Celestino García Braña, presentó ayer en A Coruña Arquitectura del movimiento moderno en España. Revisión del registro Docomomo Ibérico, 1925-1965, en el que se elabora un inventario de las obras más representativas del movimiento moderno en España, 13 de las cuales se encuentran en Galicia.

En el libro se incluyen piezas del movimiento moderno presentes en la ciudad, como el Mercado de San Agustín o la Laboral. ¿Conocen los coruñeses este patrimonio?

Yo creo que no. Hay quien ha entrado en la Lonja del Gran Sol y ha admirado esa estructura tan bien pensada, tan meticulosa, bajo una aparente simplicidad, pero de un rigor constructivo encomiable. Está la Laboral, en Culleredo, con esa complejidad del programa distributivo. Todo eso sigue los principios de una arquitectura que atendía principalmente a la funcionalidad, por eso cada parte del edificio adquiere una zona específica. Representa lo mejor de esta arquitectura. En el barrio de las Flores, en Elviña, hay una sinfonía del hormigón, algo que en su día fue insólito, un barrio autónomo insertado con mucha naturalidad en un territorio con una topografía complicada. El mercado de San Agustín tiene algo interesante, que es pensar cómo aquellos coruñeses de principios de los 30 asumen con naturalidad un edificio tan moderno en el centro del casco histórico. No sé si un edificio tan rupturista sería hoy aceptado con tanta naturalidad.

¿Fue un edificio popular en su momento?

Sí, fue un edificio del que los coruñeses se sintieron muy orgullosos. A Coruña siempre fue una ciudad muy abierta, y los coruñeses entendían que con ese edificio se incorporaban a la modernidad, daban la bienvenida a esa modernidad.

¿Cree que es una arquitectura poco valorada porque el propósito de funcionalidad hace que pase desapercibida?

No creo. Así como hasta el siglo XX, casi podíamos decir que los edificios eran simétricos, que se apoyaban en la simetría como símbolo de orden, la perspectiva cambia con la llegada de la máquina, que pasa a convertirse en modelo. Las máquinas no son simétricas, adoptan la forma que necesitan para cumplir con su objetivo. Los edificios empiezan a descomponerse, pierden la forma volumétrica compacta, se distorsionan porque cada parte tiene una función específica. Hay un fervor con los nuevos materiales, no solo por un sentido de la modernidad, sino porque eran más eficaces.

¿Por qué existe una menor preocupación para proteger estas manifestaciones del patrimonio?

En términos culturales, se va a veces con retraso. Algunos de los ámbitos de la enseñanza, en términos de arquitectura, no pasan del siglo XIX. ¿Cómo se podía imaginar que una fábrica pudiese entrar en la historia de arquitectura? Es la lentitud de mirar y comprender las cosas que se van produciendo.

El peso del ámbito educativo es importante. En la enseñanza preuniversitaria, el movimiento moderno no existe.

Efectivamente. No quiero meterme con algunos ámbitos de enseñanza, pero una enseñanza actualizada parte de unos profesores actualizados. Si han estudiado en facultades que no se pasaba del siglo XIX, hay un problema. En la carrera, yo no tuve ninguna asignatura que tratase específicamente la arquitectura moderna. Yo propondría, en vez de empezar a explicar la Prehistoria, empezar por la actualidad e ir para atrás. Ya se ha hecho, pero es decir qué priorizamos más. El gótico sobrecoge, pero no nos debe impedir acercarnos a lo moderno. Todavía no hay ni un Bien de Interés Cultural del movimiento moderno reconocido por la Xunta. Seguimos hablando de hórreos, cruceiros, capillas románicas. ¡Está muy bien, pero el mundo no acaba aquí!

En materia de conservación, ¿influyen los materiales, novedosos en su momento, con los que están constituidos estos edificios en su deterioro prematuro?

Exacto. Estos edificios, muchos de los cuales tienen ya 100 años, se construyeron en momentos en los que todavía no se dominaba las técnicas del hormigón, o las técnicas de las estructuras metálicas. A veces arrastran, no digo defectos constructivos, pero sí dificultades de conservación, como la oxidación de las armaduras de hormigón o de las estructuras metálicas. Rehabilitar esos edificios requiere unas técnicas que es necesario conocer. Tiene sus propias especificidades. A veces la normativa actual exige los cumplimientos de unos parámetros que pueden poner en riesgo los valores arquitectónicos de estos edificios. Ahora mismo, Fomento está iniciando un proceso de análisis para ver de qué manera es posible hacer esa rehabilitación difícil, que complemente los valores patrimoniales y las exigencias técnicas.

Hace unos años, se asistió a la demolición de la Casa Guzmán de Alejandro de la Sota. ¿La falta de compromiso con este movimiento ha hecho que se hayan quedado por el camino más obras que de otros estilos?

Con respecto a otros, no sé. En las partes históricas de las ciudades han desaparecido casas y palacios. Ha desaparecido mucho patrimonio, parte por pura venta. En todos los periodos históricos han desaparecido edificios importantes, pero es más fácil que desaparezca un edificio de estas arquitecturas que uno gótico o barroco. La importancia de libros como este es poner de manifiesto el estupendo patrimonio que tenemos aquí, magnífico y reconocido como tal en todo el mundo. En esa época, España salía de una guerra civil terrible, donde el hormigón no existía prácticamente, donde el hierro casi estaba prohibido, y sin embargo aquellos arquitectos fueron capaces de construir unos edificios con unas arquitecturas sencillas pero emocionantes.