El barrio de O Campanario se asienta en un entorno como pocos de la ciudad de A Coruña. El paseo por la carretera de O Portiño desde Os Rosales se hace especialmente agradable los días de sol, en los que es habitual ver a gente corriendo o paseando a sus perros. Al otro lado de la carretera, la vida cambia. El pulcro asfaltado de la vía principal se transforma en un rosario de baches y agujeros cuando uno gira en la bifurcación que lleva al barrio de casitas bajas que el Concello coruñés levantó hace más de cincuenta años para lo que se preveía como un realojo de seis meses.

El mal estado de la carretera, impensable en otra zona de la ciudad, es solo una de las enormes carencias a las que se enfrentan día a día los vecinos del lugar. Son alrededor de 280 personas las que habitan en las 64 infraviviendas de las que se compone el asentamiento, de entre los que sobresale la cifra de 70 niños y adolescentes. El presidente de la asociación de vecinos del asentamiento, Carlos Gómez, personifica el descontento de una comunidad de residentes que se sabe olvidada por las administraciones. "Con nosotros nunca viene a hablar nadie, no se nos informa", explica.

Los habitantes de O Campanario casi se habían resignado, hasta ahora, a ser invisibles. La gota que colmó el vaso la puso un centro cívico para cuya construcción el ejecutivo anterior invirtió más de 300.000 euros y que a día de hoy permanece cerrado y sin dar el servicio para el que fue concebido, pese a haber finalizado, el pasado junio, las obras de acondicionamiento. "Dicen que no saben dónde está la llave para abrirlo. Me la han venido a pedir a mí, y a mí nunca me la llegaron a dar", afirma, visiblemente desanimado, Carlos Gómez.

Los vecinos conocen el prejuicio que pesa sobre los barrios como el suyo. A ello achacan parte de la indiferencia que las instituciones muestran hacia los residentes de O Campanario. "Si no han venido a inaugurar el centro es porque no quieren que la gente sepa que aquí se invierte dinero. Aquí no sacan rendimiento electoral, con los votos de A Coruña les sobra", apunta el presidente vecinal.

Basta con comprobar el estado de las edificaciones para cerciorarse de que Carlos Gómez no exagera con su hartazgo: techos destartalados, mesas de jardín improvisadas con muebles de madera y socavones en el suelo en los que se acumula el agua. El centro cívico se levanta en el núcleo del asentamiento, blanco, nuevo y vacío. Las carencias que derivan de las dilaciones en su apertura empiezan a ser apremiantes. "Sin un local en condiciones, la Cruz Roja no puede venir a hacer el reparto de alimentos. Somos un barrio con un 90% de paro. Antes pasaban cada tres meses, ahora ya no pueden", argumenta Gómez.

La ausencia de un local vecinal operativo provoca que los niños del barrio tengan que desplazarse a las zonas de San Pedro de Visma y Os Rosales para acudir a campamentos de verano u otras actividades como talleres y clases de apoyo. El grupo evangelista residente en el lugar, que realizaba el culto en el establecimiento antes de que este fuera reformado se ve, desde su cierre, obligado a orar en el exterior, a merced de las inclemencias del tiempo. "Estamos haciendo las asambleas vecinales de pie en los soportales del centro, fuera. En otro barrio de A Coruña sería impensable", explica Carlos Gómez.

Desde el Concello alegan que el centro cívico estará abierto tan pronto pueda dotarse de personal y equipamiento. Fuentes municipales aseguran que la compra del mobiliario y la contratación del personal para el centro estará incluida en la nueva partida de los presupuestos, y se pondrá en marcha en la medida en la que estos se aprueben. Pese a que se estima que el centro estará abierto a principios del año que viene, los vecinos están cansados de esperar y de contabilizar cada día deficiencias más notables en entorno en que viven.

"Tenemos el mejor parque infantil de A Coruña", ironiza el presidente de la asociación. "Con suelo de grava, mientras que los otros están acolchados. Lo pusieron aquí y se desentendieron del mantenimiento", reclama. Algunas de las carencias de O Campanario empiezan a convertirse en un problema de salud pública, como es el hecho de que, según denuncian los vecinos, los servicios municipales de limpieza han dejado de pasar por el barrio. "Antes, al menos, venían una o dos veces al mes, que ya era poco. Desde que cambió el gobierno, ya no pasan", señala el presidente vecinal. Ante la retirada progresiva de servicios, la sombra de un posible desalojo planea, como hipótesis inevitable, sobre las cabezas de los residentes, que reclaman, por encima de todo, su estatus de barrio municipal.

"No son viviendas ilegales, son del Ayuntamiento de A Coruña. Deberían encargarse ellos del mantenimiento. Nosotros hacemos lo que podemos para ir tirando, pero tampoco nos dejan", protesta, en nombre de los vecinos, Carlos Gómez. O Campanario se siente, como a lo largo de toda su historia, como el más invisible de entre los barrios coruñeses.