El año pasado se calzaron polos y mocasines, se plantaron ante el micrófono, y causaron furor cantándole a todos los Cayetanos de La Moraleja. Lo que no esperaban entonces, confiesan, era ser considerados unos adinerados más. "Fue fascinante, pero nos hizo gracia", dice el bajista Martín Vallhonrat, con la voz aún dormida por el último concierto de la banda. Este 14 de diciembre, la formación protagonizará otro directo en la Sala Inn a las 22.30 horas, para presentar„ si es que todavía hace falta„ su primer largo homónimo.

La semana que lanzaron su álbum desbancaron a Estopa en las listas. ¿Tienen que sentirse amenazados los veteranos de la música?

(Risas) No. En este país es complicado desbancar a nadie, tienes que estar más arriba. No ha causado preocupación, pero que nos hagan un huequito por ahí.

Su auge comenzó con Cayetano. ¿Se han librado ya de la etiqueta de pijos que les impuso el éxito?

Se nos puso la etiqueta por el videoclip, porque hubo gente que no lo entendió en absoluto. Fue fascinante, pero no es algo que nos supusiera ningún problema, nos hizo gracia. Y no creo que la gente tenga esa opinión cuando nos ve tocar...

Ahí demuestran que son rockeros, aunque daban por muertas las guitarras entre la juventud. ¿Peligra el género?

No creo. Al final, cuando yo me acuerdo de conciertos que me han marcado, siempre son directos con guitarras. No creo que el rock muera en ningún momento, sería una lástima.

¿Qué sucede, entonces?

Tendencias. Ahora estamos en una época en la que puedes hacer mucha música en tu casa, con una base y un micrófono. Con los años, se ha ido hacia esa dirección. La gente joven recibe influencias de la electrónica o el hip hop cuando produce con su ordenador porque no tiene medios ni presupuesto...

¿Ni tampoco demasiada esperanza? "No tengo 30 años y ya estoy casi roto", aseguran en Joder, no sé.

Supongo que sí. Hay mucha gente que se puede llegar a sentir un poco vacío a estas edades, de no saber qué hacer con tu vida. Es un sentimiento que comparten miles de personas de nuestro país. Se debe a las condiciones económicas y laborales en Europa, a la educación que hemos recibido de nuestros padres, a Internet...

¿No están alimentando ese estereotipo de la desidia del millenial?

Puede ser, pero si la gente de nuestra edad se siente identificada, es que hay algo de verdad en todo esto. No es que al millenial no le importe nada, es que tiene la impotencia de no encontrar el deseo de enganchar con algo que le gusta y pelear por ello. Conciencia y responsabilidad son cosas clave que en nuestra generación no han calado tanto como en otras.

¿Carolina Durante ha sido un salvavidas en ese sentido para ustedes?

No, yo ya tenía mi carrera hecha y ya estaba empezando a currar, y Diego [Ibáñez, cantante] también. Obviamente esto es un sueño, pero no un salvavidas porque no estábamos en la mierda. Aunque ahora nos hemos agarrado a tope y nos estamos tomando en serio este juego que empezamos.

¿Tiene algo de pose esa irreverencia?

En absoluto. Nosotros nos reímos mucho. Y eso Diego lo plasma bien en las letras, ese punto cínico de exagerar un poco las situaciones. Todo lo que hacemos es para pasarlo bien.

Entre esas diversiones está el alimentar sus propias ficciones. Disfrutan.

¡Nos flipa! A todo lo que dicen de nosotros decimos que sí. ¿Pijos? Sí. Vivimos todos en La Moraleja, tenemos un Ferrari cada uno en el garaje. Y un barco. ¡Y un chalé en el Puerto de Santa María al que vamos en verano! (risas).

De ficciones hablan en Nuevas formas de hacer el ridículo. ¿Podría ser una segunda parte de ese Cayetano?

No creo, porque habla del ridículo y la neurosis que se genera con las redes sociales en general, y con Instagram en particular. De maneras de relacionarte con la gente que son ridículas.

¿Cuál fue el mayor ridículo que han hecho ustedes?

Joder (risas). Pues una vez Diego levantó a Mario [del Valle, guitarra] en hombros en un concierto y se cayeron los dos. Se metieron una hostia terrible en directo. Fue bastante ridículo, pero también muy gracioso. Ocurrió al principio de todo, hace como dos años en Sevilla.

Para algunos serían niños en la industria, ¿hubo paternalismos?

(Piensa) Yo no lo siento así, nos toman muy en serio. También porque no damos mucho pie a ello, y nos juntamos con gente que lleva mucho tiempo en la industria. No vamos de niños a ningún lado. Hombre, vacilamos un poco a grupos que llevan años ahí, por viejos (risas). Es un poco: "¿Cómo cantas esto con 38 años?"

Ustedes incluso presumen a la contra. Citan en redes como referencia a Santa Justa Klan.

¿Pusimos eso? ¡Seguramente lo pusiéramos! Me lo creo, sí. Y el otro día nos preguntaron cuál era la canción que nos hubiera gustado componer, y dijimos la introducción de Digimon. Hacemos tantas entrevistas... Y muchas referencias a lo que veíamos de pequeños. Eso lo tratamos con cariño.