Especializada en psiconutrición y obesidad, Griselda Herrero es también la directora ejecutiva de Norte Salud Nutrición. Explica qué es el comer emocional y cómo evitarlo. Herrero ofreció ayer una charla en Palexco dentro del ciclo Abrente de Cabreiroá.

¿Qué relación hay entre las emociones y la alimentación?

Muchas veces, cuando elegimos comer algo, no lo estamos decidiendo por un mero hecho fisiológico, porque nuestro cuerpo necesite energía, sino que esa decisión viene dada por otras factores, como las emociones. Si estamos aburridos, tristes o felices. Así se crea una asociación que empieza a gestarse desde que somos bebés y que se potencia por todos los factores externos que hay en la sociedad y genera que tengamos una relación inadecuada con la comida.

¿A qué nos puede conducir?

A muchos problemas físicos y emocionales. Podemos desarrollar sobrepeso o obesidad o tener problemas de salud. Desde el punto de vista psicológico, nos puede llevar a unas alteraciones que provoquen trastornos de la conducta alimentaria pero, sin llegar a tantos extremos, nos va a generar unas emociones desagradables como, por ejemplo, la frustración o la culpabilidad. Eso hace que nos sintamos mal y puede que volvamos a comer. Así nos metemos en un círculo.

En esos casos, ¿se tiende a elegir productos poco saludables?

Exacto. Lo más típico es relacionar la tristeza o la ira con productos más azucaradores y grasos. Pero el aburrimiento, que es una emoción neutra, también provoca que mucha gente coma. Como ocurre con la alegría y la euforia. Cuando celebramos algo no lo hacemos dando un paseo, sino bebiendo y comiendo. Aunque a lo mejor en estos casos se acusa más la cantidad. Hay personas que también sufren ese comer emocional y eligen alimentos saludables. Cuidado que aquí tenemos un problema porque puede que no reparemos en él al pensar que estamos comiendo sano pero sigue habiendo una relación inadecuada.

¿Cuáles son las claves para salir de esa problemática?

Lo primero es darse cuenta de qué ocurre y saber identificar cuando de verdad estamos comiendo porque tenemos hambre y cuando lo hacemos por otros motivos. Cuando no sabemos gestionar una emoción, utilizamos la comida como recurso. Eso es un error. Hay que buscar otras estrategias. Si como algo, que sea por una decisión propia, no porque me lo diga una emoción.

¿Desde cuándo la sociedad ha encontrado en la comida su desahogo?

Se lleva hablando sobre el comer emocional, desde el punto de vista científico, desde hace más de 50 años. Pero se ha agudizado ahora que han aparecido tantos productos ultraprocesados que activan nuestro sistema de recompensa. Se trata de un mecanismo cerebral que hace que nos sintamos muy bien cuando comemos productos azucarados o grasos. A esto le tenemos que añadir factores sociales como la publicidad y el ambiente obesogénico, que son esos mensajes que nos dicen que tenemos que estar siempre comiendo. Hay muchos estímulos a nuestro alrededor que nos incitan a tener esa mala relación con la comida.

¿Es posible reeducar al cerebro sobre esas asociaciones?

Sí, todo se puede reeducar si no es un problema fisiológico o patológico. Estas asociaciones empiezan a establecerse en el vientre de nuestra madre. Lo que coma ella en el embarazo puede afectarnos. Luego, de pequeños, llegan los castigos y los premios con las comidas. Todo va sumando. Al ser adultos, el cerebro ha tenido tantas asociaciones que genera un patrón de conducta. Cada vez que estoy mal, como chocolate, por ejemplo. Y esto lo hacemos de forma inconsciente.

¿No hay espacio para esos caprichos?

La prohibición no es una buena estrategia porque genera frustración y tiene un efecto rebote.

¿Las redes sociales son un obstáculo para evitar esas relaciones inadecuadas?

Sí es cierto que tenemos más estímulos. Por ejemplo, según a quien sigas en Instagram, tendrás diferentes estímulos de publicidad de refrescos o de recetas saludables. A nuestro alrededor hay cada vez más factores que generan esa asociación. Por eso hay que ser un poco críticos y así no estaremos pensando todo el día qué comer y qué no, lo que supone un desgaste mental innecesario. Tenemos que normalizar la comida y que tenga la función que tiene, que es alimentarnos, nutrirnos y servirnos para la supervivencia. Que si a eso le añadimos que está rica y la disfrutamos, pues perfecto.