Paula Ríos tiene una importante técnica pianística, lo que sin duda le permite abordar piezas de muy alta dificultad. Por ejemplo, las Variaciones sobre la ópera El pirata, de Bellini, opus 98, escritas por el compositor alemán Friedrich Wilhelm Kalkbrenner. Este músico es hoy prácticamente un desconocido. Sin embargo, tuvo amistad con muchos de los grandes creadores románticos, y dejó un catálogo con cerca de doscientas obras, entre ellas variaciones sobre temas de ópera como la que interpretó Paula Ríos. De enorme virtuosismo y extrema dificultad, puso a prueba las condiciones técnicas de la pianista, que salió bastante airosa de tan ardua empresa. Al igual que el Andante spianato y Gran Polonesa, de Chopin, que tal vez la intérprete no tenga en dedos en este momento. Aunque es muy meritorio incluir en el programa obras de este calibre, quizá sea más prudente no insistir demasiado en ellas. En términos generales, se alcanzaron versiones estimables de los dos Nocturnos de Chopin ( opus 27, núms. 1 y 2), como, asimismo, de las obras (con valor desigual) de Clara Schumann ( Cuatro piezas fugitivas, opus 15) y Fanny Mendelssohn (Cuatro canciones para pianoforte, opus 8). Cuando los conciertos no se celebran en lugares convencionales (teatros y grandes salas), sino, por ejemplo, en el salón del Museo de Bellas Artes o en el de la Academia u otros lugares semejantes, aparece una irrefrenable tendencia en los artistas a explicar determinadas circunstancias del acto musical. A veces, son obviedades. En otros casos, aspectos conocidos de compositores y obras y, casi siempre, se trata de establecer una complicidad con el público. Los músicos deberían limitarse a tocar. Solo en circunstancias muy excepcionales cabría dirigirse a los oyentes mediante la palabra.