La vida y las rutinas de cada día no se ven de la misma manera con o sin algún tipo de discapacidad. Subir o bajar un escalón, sacar dinero de un cajero, moverse por una rampa a las puertas de un edificio o una cafetería, entrar o salir del coche o hacer la compra online de una entrada para un espectáculo son acciones cotidianas y sencillas para quienes se pueden mover con autonomía y sin dificultad, pero suponen una importante barrera para personas con diversidad funcional que, por accidente, enfermedad o avanzada edad, tienen la movilidad limitada o sufren deficiencias físicas, sensoriales o mentales. El acceso universal a entornos, bienes, productos y servicios (edificios institucionales, locales de entretenimiento, parques, comercios) es un reto y un derecho al que aspiran las ciudades para proporcionar comodidad a sus habitantes, pero del que no pueden presumir plenamente. Y la inaccesibilidad provoca discriminación.

A Coruña no se ha distinguido de muchas otras ciudades españolas por cumplir con la obligación de adaptar sus edificios y servicios a cualquier discapacidad, según establece la ley estatal de accesibilidad. Esta norma, de diciembre de 2013, concedía a las ciudades un margen de cuatro años para alcanzar esa accesibilidad universal en todos los entornos, productos y servicios. Pero desde finales de 2017 hay todavía en la ciudad inmuebles y espacios públicos y recintos privados de acceso público que no garantizan el uso y disfrute a la totalidad de los ciudadanos. Y ese incumplimiento no se ha sancionado.

"La accesibilidad universal, algo que es cómodo para todos, se percibe como algo secundario por parte de los gobiernos y las instituciones", lamenta Fran Carreira, arquitecto y coordinador del colectivo Acceso Coruña. A base de "dar la matraca" (como también han hecho entidades como el Grupo de Personas con Discapacidade de A Coruña (Grumico), la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) o la Asociación de Persoas Xordas de Galicia (Faxpg), se ha dejado oír en las administraciones, sobre todo ante el Concello, para proponer y reclamar facilidades y ventajas en los servicios de la ciudad para quienes no pueden valerse por sí solos y se ven limitados por una silla de ruedas, un andador, un bastón o la merma o carencia de un sentido. Su empeño en hacerse ver ha supuesto avances en algunos aspectos (pasos peatonales sin bordillos, rampas, instalación de elevadores) pero no en otros (aparcamientos subterráneos, accesos alternativos o rampas con excesivo desnivel).

La vida de Fran Carreira tiene un antes y un después, dos perspectivas de la capacidad. Hace cinco años le estalló una hernia en la columna vertebral y lo dejó inmovilizado de cintura para abajo, aunque no totalmente, en una silla de ruedas. LA OPINIÓN repasa con este arquitecto el estado de algunos servicios públicos de A Coruña y cómo afectan a las necesidades especiales de las personas con diversidad funcional, especialmente a la accesibilidad. Desde un céntrico enclave como el Obelisco como punto de partida, donde los cajeros bancarios están instalados a una altura elevada para quien se desplaza en silla de ruedas y no hay rampa para acceder al subterráneo de Los Cantones. "A Coruña supera a Madrid en accesibilidad, por ejemplo, pero no a Barcelona", compara.

Aparcamientos. "En ninguna parte se cumple que haya una plaza de estacionamiento para personas con movilidad reducida por cada 40 plazas normales, algo que es muy difícil de medir", dice Carreira. Se han habilitado más aparcamientos especiales en superficie, con la longitud (6,5 metros) y el ancho (2,2 metros) adecuados y próximas a los servicios públicos esenciales. Queda por resolver, añade, el coste de estas plazas en zona ORA, que definiría un posible cambio en la ordenanza para establecer su gratuidad total o parcial.

Parkings subterráneos. Las instalaciones de más reciente construcción (en O Parrote, en la plaza de Lugo) disponen de plazas adaptadas para discapacitados y accesos cómodos con ascensor o rampas, facilidades que no se encuentran en las zonas de acceso a los aparcamientos del paseo marítimo, Los Cantones o la plaza de María Pita, a los que se accede por escaleras.

Transporte público. "En teoría los buses urbanos están adaptados con rampas eléctricas, pero no todas están operativas siempre", asegura Carreira, que advierte también una seria barrera a la movilidad de quienes tienen las capacidades limitadas en el aparcamiento indebido de vehículos en las paradas. Añade que los taxis no se ajustan a la ratio del 5% de licencias de vehículos adaptados en ciudad dictada por real decreto, y en los que sí están no caben todos los medios de transporte personal especiales.

Edificios públicos. La accesibilidad no presenta las mismas condiciones en los inmuebles institucionales de A Coruña. Una persona obligada a moverse en vehículo unipersonal o silla de ruedas puede entrar al ayuntamiento por el acceso principal, pero después se le complica la movilidad según quiera ir al salón de plenos o a los locales de los grupos municipales, por ejemplo. La señalización tampoco es la adecuada dentro de la sede de la Diputación; "un laberinto", define Carreira. Hacienda y Correos cuentan con elevador y rampas cómodas; no así la oficina de la Seguridad Social en el Orzán, en la que la puerta de emergencia, con una rampa estrecha, se reserva para los discapacitados.

Centros cívicos. Las instalaciones que conoce el coordinador de Acceso Coruña están "bastante bien" equipadas y permiten una movilidad cómoda a quien se desplaza con dificultad a través de espacios amplios y rampas de acceso. La señalización no es del todo clara en alguna instalación y no aprueba el diseño del Centro Ágora, "con columnas inclinadas que despistan a los ciegos".

Centros comerciales. "Muchas veces es el paraíso para los que no nos podemos mover como los demás", reconoce Fran Carreira. "Todo está muy estudiado, con aseos y plazas de aparcamiento aptas para la diversidad funcional, ascensores bien distribuidos y superficies lisas".

Tiendas y hostelería. La obligación por ley de adaptar accesos, lavabos o probadores para evitar la discriminación en el uso de los servicios que ofrece un negocio no ha sido acatada por todos los comerciantes y hosteleros de la ciudad. Unos sí han hecho reformas (con rampas o plataformas eléctricas, la rebaja del escalón de acceso o la ampliación de espacios) que suponen mayor o menor comodidad, bien porque han ejecutado obra nueva o rehabilitado; pero otros establecimientos no han dedicado inversión a la accesibilidad, lo que hace más incómoda la estancia de los clientes.

Museos. "Más que aceptables", señala Fran Carreira. Rampas y ascensores proporcionan seguridad fuera y dentro de los recintos, por lo general, "con sus secciones bien señalizadas". Pero para acceder al Kiosco Alfonso, por ejemplo, hay que avisar en la entrada para que se abra una puerta de la parte trasera.

Cines y salas de espectáculos. Estos recintos dan una de cal y otra de arena. Es fácil acceder a las grandes superficies donde se encuentran las multisalas, aunque una vez dentro no hay amplitud de espacios para quienes usan sillas de ruedas o se les reserva sitio en las filas delanteras o deben bajar a la zona de las salas a través de accesos alternativos que no son para el público, como ocurre en Os Rosales. Además, cuenta Carreira, para algunas funciones o espectáculos, los recintos no permiten hacer compras a través de internet al tener bloqueadas las butacas para personas con discapacidad, que hay que adquirir de forma presencial. En Marineda hay una taquilla situada a menor altura que las demás, pero que no siempre atiende al espectador. Y a la sala Pelicano se accede con facilidad, pero una vez dentro surgen obstáculos al acercarse al escenario o a la pista central.

Hoteles. Apunta el arquitecto que las grandes cadenas no escatiman en mejorar las condiciones de accesibilidad a recibidores y habitaciones, aunque en algún hotel, como el Melià María Pita, hay que dar rodeos por el exterior para llegar hasta salones u otras áreas sin obstáculos.

Cajeros. Ponerse de frente ante el cajero de un banco dificulta cualquier operación a la persona que se desplaza en silla de ruedas, y hacerlo de perfil no garantiza la visualización clara de la pantalla, demasiado elevada. El usuario tiene que entrar en la sucursal para ser atendido e invierte más tiempo que el que dedicaría en el exterior de la entidad.