El proceso de planificación estratégica en la Universidade da Coruña (UDC) comenzó con la aprobación del primer plan estratégico, 2005-2010. En consonancia con las condiciones del contexto socioeconómico, se definió un modelo expansivo de universidad. En poco tiempo, sin embargo, los cambios en la coyuntura económica establecieron fuertes restricciones en el desarrollo previsto.

Concluido dicho período, se inició una etapa marcada por una severa escasez de recursos. Hubo que esperar a febrero de 2013 para que la Comisión de Estrategia elaborase el documento de formalización de un nuevo plan: el segundo plan estratégico, denominado UDC2020. Su elaboración estuvo condicionada por el contexto económico, poniendo de manifiesto una tensión evidente entre la visión de futuro deseada y las limitaciones impuestas por la realidad.

El paso de un plan estratégico a otro ha ido acompañado de dos hechos relevantes. El primero, la supresión del Vicerrectorado de Infraestructuras a partir del año 2012. Este área de gobierno perdió autonomía para integrarse en el área de gestión económica. Una ausencia de independencia funcional nada baladí, como se verá. El segundo, la caída general de la matrícula estudiantil. En la década 2009-2019, el número de estudiantes universitarios ha pasado de 21.000 a 16.800, aproximadamente, distribuidos desigualmente en los ocho campus que organizan territorialmente la UDC.

Con esta situación el equipo rectoral responsable del gobierno en el período 2015-2019 ha planteado varios campus de especialización, entre ellos el Campus TIC, ubicándolo en la Fábrica de Armas. En un artículo publicado en este mismo medio, los autores planteábamos el área portuaria como una alternativa, aunque es evidente que existen otras, a las que se les ha prestado escasa atención. Conviene por ello reflexionar sobre el campus Elviña-A Zapateira, el de mayor superficie de los ocho de la UDC. En él se integran un significativo número de facultades, escuelas y centros de investigación, además de otros edificios destinados a usos administrativos y deportivos. Congrega una elevada cifra de alumnado. Pese a ello, se le categoriza como inacabado. ¿Por qué empleamos el vocablo inacabado? ¿Posee acaso capacidad para acoger nuevas y tecnológicas instalaciones, o su falta de acabado deriva de que nunca llegó a finalizarse su construcción como área urbana?

Tal vez, tras recorrer este ámbito universitario bajo el hilo de seis indicadores, todos ellos enlazados por los valores comunes aportados por la perspectiva de género y la eficiencia energética, estemos en condiciones de comprender el porqué de estas preguntas, y aproximarnos a una respuesta.

El primero, el transporte y la movilidad, es uno de los pilares básicos de la calidad de vida en la ciudad y su territorio. Cualquier estadística que se consulte relaciona su mejora con la eficiencia del transporte público y la penalización del vehículo particular. Un transporte público que, en el caso del campus de Elviña-A Zapateira, se identifica en exclusiva con el autobús urbano. Faltan tanto accesos peatonales seguros y carriles bicis de conexión con el entorno urbano como una línea ferroviaria y un transporte de bus interurbano de enlace con el área metropolitana. La interconexión en el propio campus es también una tarea pendiente. Su solución puede venir, en parte, de la aplicación del big data, la inteligencia artificial o el internet de las cosas, a medios como la bicicleta, la moto o el patinete eléctricos. O transportes específicos como los vehículos eléctricos autónomos en circuito cerrado.

El segundo indicador, el patrimonio edificado,está formado por el conjunto de facultades, escuelas y centros de investigación. Un patrimonio que no ha agotado la capacidad de construir nuevos edificios para alojar espacios de docencia, investigación, o incluso residencia. El plan general asigna al campus una edificabilidad que supera levemente los 500 mil metros cuadrados, de los cuales están por ejecutar más de la mitad. Todavía es posible introducir instalaciones que completen el campus, reforzando la identidad del lugar, y evitando el consumo de suelo en otro ámbito. Aún existe margen para el mestizaje funcional, que integre los edificios de los campus de especialización en un territorio común que, a su vez, abra sus instalaciones a la ciudadanía, y se conecte eficaz y eficientemente con el entorno urbano, superando las barreras impuestas por el viario.

El tercero de ellos, las infraestructuras viarias, es una de las paradojas en la gestión del campus de Elviña-A Zapateira. Unas vías que aparentemente sirven a la circulación interna del recinto universitario „virtual, sin vallas„, pero que en la práctica son utilizadas por los ciudadanos para acceder a los diferentes centros educativos privados de enseñanza infantil y medias, y a las numerosas viviendas construidas en el alto de A Zapateira. Por ello, clarificar la propiedad del viario es un tema que continúa vivo. Y con efectos en las personas, tanto en los vecinos del núcleo de Castro como en la comunidad universitaria. En ocasiones, sus quejas van de ventanilla en ventanilla de tres instituciones, la universitaria, la local y la autonómica, sin que el "pasa la bola" las resuelva. Unas infraestructuras viarias tomadas por el vehículo privado, que incluso asalta las aceras próximas a las facultades con mayor número de estudiantes y profesorado. Una situación que algunas propuestas, como la peatonalización del espacio de acceso a la Facultad de Derecho, intentaron paliar. Una apuesta que se ha quedado en anecdótica, al no prolongarse a uno y a otro lado, para suprimir de manera sencilla, uno de los viales interiores del campus, totalmente prescindible.

El cuarto, el espacio público: el vacío entre los edificios. Un espacio que forja la personalidad y el carisma de un campus, lo dota de identidad. En Elviña-A Zapateira el descuido de estos espacios es evidente: semejan meras rutas entre puntos. Rutas cuya iluminación y señalética debería incidir en la eficiencia energética y en la seguridad, tanto vial, referida al peatón fundamentalmente, como en la personal, adoptando las recomendaciones señaladas desde la perspectiva de género. Entre otras, implementar actuaciones de desurbanización; limpiar de ruido el espacio público: restos de señales, postes, incluso mobiliario...; o emplear el arbolado y las pantallas vegetales para amortiguar la incidencia solar en los edificios. Todas ellas actuaciones pendientes, en línea con la biofilia y los espacios saludables. Porque diseñar entornos cómodos, cuidados y protegidos inspira seguridad. Y sentirse seguro es un valor que nos ayuda a cuidarnos mutuamente.

El quinto, la gestión de residuos. La cultura del re, reducir, reusar, reciclar, ha venido para quedarse. La recogida selectiva, con la separación de papel, vidrio, plásticos, latas y bricks, y material orgánico es una medida ineludible. En la universidad se ha implantado el Green Campus que incluye entre otras actividades, la gestión de los residuos en los centros, otorgando banderas verdes a aquellos con una mayor implicación en las acciones de sostenibilidad. Sin embargo, en el espacio público resulta una tarea pendiente. Una deficiente e improvisada ubicación de contenedores especializados, cuando no su ausencia, refuerza la descuidada imagen del Campus.

Y el sexto y último indicador, el entorno y las zonas verdes. Un aspecto vinculado claramente con el espacio público, excesivamente urbanizado, como ya se ha indicado, cuya consecuencia es la impermeabilidad de los suelos. Por otro lado, debería aprovecharse la oportunidad que brinda la cercanía del Castro de Elviña, declarado Bien de Interés Cultural, e incluso la proximidad de los núcleos de San Vicente y Castro. El campus de Elviña-A Zapateira se ubica en un área que le confiere un carácter singular, que sin embargo permanece oculta, y tal vez llegue a perderse. Por ello, deberían potenciarse estas relaciones, prestarles atención y mimo.

En conclusión, los seis indicadores aplicados al campus de Elviña-A Zapateira reflejan la ausencia de intermodalidad en los medios de transporte; la disponibilidad del suelo para introducir edificios con usos complementarios a los existentes; la utilización poco racional de las infraestructuras viarias; la superurbanización, sin atender al adecuado tratamiento de la iluminación y del mobiliario; el descuido en la gestión de los residuos„pese a las banderas verdes„; y la carencia de suelos y áreas vegetales significativas.

Estas consideraciones ponen de relieve la necesidad de transformar el lugar, completando su construcción e integrándolo en la trama urbana. Una opción de acabado que se antoja muy necesaria tanto para el futuro de la institución académica como para la ciudad y su territorio. Optimizar los recursos, concentrando el esfuerzo económico en lo existente frente a la dispersión vinculada a nuevas localizaciones parece, sin duda, una respuesta coherente.

Si uno visita los campus de cualquiera de las universidades nacionales e internacionales de referencia con una escala similar a la UDC, como podría ser la Oregon University de Eugene, de Estados Unidos, observa que la presencia de diversos medios de transporte; la integración de los nuevos edificios docentes; la reducción, e incluso la completa desaparición, de la superficie de aparcamiento destinada al automóvil; la adecuada disposición de la iluminación y del mobiliario urbano; el correcto tratamiento de los desechos generados o la existencia de caminos peatonales y zonas verdes saludables son señas de identidad de las mismas.