Las duras condiciones en las que vivían las familias más humildes en las primeras décadas del siglo XX animaron a Ángela Blanco a crear una entidad benéfica que les proporcionara ayuda. Como viuda de quien había sido director de la Granja Agrícola Experimental, disponía de suficientes ingresos para llevar una vida desahogada, aunque no para poner en marcha el ambicioso proyecto que tenía en mente, un colegio en el que no solo se daría instrucción académica gratuita a los niños, sino también la alimentación que muchos de sus padres no les podían proporcionar.

El origen y desarrollo del centro al que bautizó como El Ángel de la Guarda es el objeto de la investigación desarrollada en los últimos meses por José Carlos Alonso, quien reunió la muy dispersa documentación existente sobre la iniciativa de quien los vecinos de Os Castros conocían como Angelita. Una casa hoy en ruinas en la calle Buenavista fue en 1929 la primera ubicación del colegio, aunque la benefactora siempre soñó con disponer de unas instalaciones más amplias, lo que dio origen al proyecto de un centro en lo que entonces era una zona sin urbanizar en el lugar de Monte das Moas.

La primera piedra del colegio se puso en 1942 tras haber elaborado un proyecto Eduardo Rodríguez Losada, al que siguieron después otros dos de Leoncio Bescansa. Este mismo arquitecto presentó un tercero en 1949, aunque fue José María Iglesias Atocha el autor del diseño definitivo en 1968. Al año siguiente se inauguró el centro, por lo que la institución fundada por Angelita cumplió en 2019 noventa años y su nuevo colegio alcanzó ya el medio siglo de actividad.

¿Por qué pasó tanto tiempo entre la colocación de la primera piedra y la apertura del colegio? "El plan general de 1948 les dio muchos problemas porque estaban planeando el centro en un solar a monte rodeado por huertas", explica José Carlos Alonso, quien detalla que primero hubo que ordenar toda la zona y que después la subida del precio de los materiales encareció el proyecto inicial. En 1961 se habían solventado estos problemas y comenzó la construcción, pero tras haber levantado dos plantas los fondos se acabaron, lo que obligó a paralizar las obras. "Entonces decidió que o cedía el colegio a una entidad más potente o no lo acababa", señala el investigador.

Angelita sopesó recurrir a alguna institución religiosa, pero su deseo de que el centro conservase el nombre de El Ángel de la Guarda hizo que se decantase por la Caja de Ahorros, que le permitía esa posibilidad. El nuevo proyecto añadió una nueva planta para albergar más niños, ya que el barrio era muy populoso. El colegio permaneció en manos de la entidad financiera, que trasladó allí a los alumnos del centro que también sostenía en As Xubias, hasta que ya en la época autonómica se integró en la red educativa pública.

Una vez abierto el nuevo colegio, Angelita continuó con el original durante unos años en lo que hoy es el inicio de la avenida de A Pasaxe, a donde se había trasladado en 1935. Alonso destaca la importante labor asistencial que Angelita realizó en Os Castros, que supuso que, a pesar de su marcada religiosidad, no sufriera ningún problema a lo largo de la II República. Para financiar sus proyectos recurría a organizar actos benéficos, pero la recaudación que obtenía apenas le permitía sostener el colegio. La ciudad reconoció su labor dando su nombre a la calle que recorre el lateral del colegio, hoy en día denominado Anxo da Garda.