El instituto Agra do Orzán está de cumpleaños. Celebra nada menos que sus cinco décadas de historia, una efeméride que para pocos es tan emotiva como para Teresa Zincke, una de las invitadas de honor a los festejos que se desarrollarán este viernes. Entró en el centro en 1969, en la que sería la primera de las muchas promociones que vendrían después.

Entonces el camino al instituto era muy diferente al de ahora. "El barrio no existía. Para llegar, tenía que atravesar leiras y corredoiras. No había nada, ni calles, ni edificios", recuerda ella. No es lo único que ha cambiado a lo largo del medio siglo que el instituto lleva erigido en la calle Liaño Flores. Los planes de estudios, la didáctica y la metodología están a años luz de las que conocemos hoy. "La enseñanza era sobre todo memorística, pero muy completa. Eso ha cambiado mucho, ahora hay que adaptarse a nuevas realidades", explica Teresa.

Algo que comprobaría años después cuando, por caprichos del destino, terminó dando clase de inglés en el mismo lugar en el que cursó estudios. Todavía recuerda con cariño la diferencia de impresiones que el instituto le causó en ambos momentos de su vida. "Cuando llegué de niña, me parecía todo un mundo, con unos pasillos inmensos. Luego, como profesora, me costaba creer que cupiésemos todos, lo veía enano", apunta ella.

Nada se ha transformado, no obstante, tanto como el barrio, nacido de la nada en el transcurso del medio siglo que deja atrás el instituto. Su población también ha dado un giro, desde las familias trabajadoras procedentes de distintas zonas de Bergantiños que desembarcaron en el barrio en los años 60 y 70, a las más de 20 nacionalidades que se mezclan entre sus actuales vecinos. "La multiculturalidad del barrio es de lo más interesante. Cuando paseas, ves tal cantidad de vestimentas diferentes, acentos, idiomas, que no parece que estemos en A Coruña", aprecia.

Una peculiaridad que, a sus ojos, convierte el Agra de Orzán en una zona solidaria, viva y llena de movimiento, cualidades que se replican en el centro de enseñanza secundaria, que siempre fue pionero en su alumnado. Junto con el instituto de Monelos, fue el primer centro mixto de la ciudad, aunque, como recuerda Teresa Zincke, las cosas eran muy diferentes. "Estábamos todos juntos en clase, pero primero pasaban lista a las chicas, y luego a los chicos", explica.

Tampoco olvida otras realidades que antes se daban con normalidad y que hoy serían impensables en las aulas de secundaria. "Recuerdo que los profesores fumaban siempre en clase, y a veces también los alumnos", relata. Cuando entró a cursar estudios, todavía se estudiaba la asignatura de Formación en Espíritu Nacional, y, cuando los terminó, empezaban a impartirse las primeras clases voluntarias de gallego.

La estructura, que es original del año de su apertura, sufrió también una serie de modificaciones a lo largo de los años, las cuales, no obstante, no son suficientes para cubrir las necesidades del centro, como le gustaría a ella. "Necesita una reforma integral, está en las mismas condiciones que entonces", reclama.