En las fiestas navideñas, se está imponiendo una tradición humorística o la programación de conciertos ligeros con fragmentos de obras conocidas, muchas de las cuales suelen interpretarse como bises. Así sucede con este Concierto para Zapata y orquesta, aunque en este caso se produce otra vuelta de tuerca ya que el acto musical se convierte en realidad en una suerte de espectáculo por virtud de la actuación de un verdadero showman como es José Manuel Zapata. Lo conocíamos como tenor. Aquí mismo cantó hace algunos años (aunque, según su propia confesión, con sesenta y cinco quilos más). Entonces, se parecía físicamente a Pavarotti sin pañuelo y lo hacía muy bien. Ahora sigue cantando muy bien (en este mismo acto nos obsequió con notables versiones abreviadas de La donna è mobile, de Rigoletto, de Verdi; de Non t'odio, no, de Amor de poeta, de Schumann; y de la célebre Canción de cuna, de Brahms); pero, además, dirige. Y, sobre todo, actúa, haciendo que los profesores de la orquesta también participen en el juego. El resultado de todo ello produjo en el auditorio división de opiniones. Hubo quienes, aceptando sin cuestionarlo el planteamiento, se divirtieron con el espectáculo. Y también otros que se sintieron incómodos „algunos, hasta enfadados„ porque no esperaban un show de esta naturaleza en lugar de un concierto al uso. Bueno, "una vez al año no hace daño". Y desde luego quedó constancia de la extraordinaria belleza que puede alcanzar esta maravillosa orquesta „en particular, la sección de arcos„ cuando toca, con absoluta devoción y sin director, esa joya imperecedera que es el Aria en Sol de la Suite en Re, de Johann Sebastian Bach. Tal como sucedió al final de este singular Concierto para Zapata y orquesta.