Al casting se presentaron 1.000 bailarines. La primera criba fue dura, y acabaron en la audición 200, que se esforzaron por mostrar sobre las tablas su versatilidad en estilos como el popping y el locking urbanos o el demi plié clásico del ballet. La coreógrafa Vicky Gómez observó con lupa sus movimientos bajo los focos, en busca de los artistas con mayor dominio técnico. Para Flashdance, la recreación en formato musical del icónico filme de los 80, la artista necesitaba a los mejores, que resultaron ser tan solo diez.

Conocida por muchos como la profesora de danza de las últimas ediciones de Operación Triunfo, la docente comenzó entonces la tarea de adiestrarlos en el amplio abanico de disciplinas del espectáculo. La apuesta por distintas ramas del hip hop, que se añaden a los pasos que muchos pudieron ver en el estreno en pantalla, forma parte de la filosofía de esta nueva versión del largometraje, que ha dirigido con tiento JC Storm. En su primera incursión en una pieza en castellano, el director ha querido huir de una "adaptación superficial" de la historia, e insuflarle aires del siglo XXI. "Lo que más me importaba era hacer un homenaje a la película, pero también algo moderno", explica el artista sobre su trabajo, en escena este viernes y sábado en el Palacio de la Ópera.

Las funciones de Flashdance serán dobles „a las 18.00 y a las 21.30 horas„ y profundizarán en las vivencias de Alex Owens (Amanda Digón) como nunca pudo hacer Adrian Lyne en el filme original. Han sido Tom Hedley y Joe Eszterbas, guionistas del metraje de Hollywood, los encargados de reescribir la trama para esta producción de Selladoor Worldwide, que ha hecho del musical su buque insignia para desembarcar en España. Storm se ha unido a la productora británica alentado por la presencia de los autores originales, que han convertido los 80 minutos de la película en un espectáculo de danza, teatro y música de dos horas y media. "Una de las cosas que me motivó fue que ellos estuvieran detrás del trabajo, y que pudieran poner esas cosas que con el tiempo les hubiera gustado incluir. Se ha ampliado el desarrollo de determinados personajes y subtramas", apunta el responsable.

La banda sonora, ganadora de un Oscar y un Grammy, también ha visto extendidos sus bordes. Junto a las archiconocidas Flashdance... What a feeling, Maniac y I love rock 'n' roll, el musical suma alrededor de 20 temas originales, que se han hecho expresamente para el espectáculo. Una formación de seis intérpretes ofrecerán con ella sus solos de violín, saxo y guitarra, con los que guiarán los pasos de un elenco de 23 bailarines y actores. En total, el equipo escala al medio centenar de personas, que ponen su grano de arena para retratar a esa chica que, con solo 18 años, se mueve entre soldaduras mientras sueña con unirse a la Shipley Dance Academy.

"La de los 80 fue una década rebelde, y ella era una adelantada. No estábamos acostumbrados a ver a una mujer en un mundo de hombres, y eso marcó mucho la época", asegura Storm. El director de Flashdance tenía apenas siete años cuando se estrenó el filme, pero lo tiene "como un referente", al igual que "mucha gente joven". "Fue una película que conectó con el planeta entero. ¿Quién no ha bailado nunca Maniac?", añade.

La historia de superación que narra, sus romances, y su trabajo en un local de cabaret confluyen con la suerte de su amiga Hanna Long, una trama más turbia en la que el director ha incidido. "Ella sí que cae en la red de un club más oscuro, y hemos querido marcar los dos mundos", dice, asegurando que Flashdance no incurrirá "en clichés". Imposible de sortear ha sido, sin embargo, la estética ochentera, que llena con sus hombreras y sus colores cada acto. Han sido pocas las piezas, cuenta Storm, las que ha habido que confeccionar, dada la "fiebre de los 80" que asola las tiendas de ropa.

Más complicada de armar ha sido la escenografía. Para recrear el Pittsburgh de la época, el equipo ha construido estructuras de hierro a dos alturas, en las que se proyectan una serie de imágenes. La edificación de los distintos ambientes exige que los bailarines las desplacen por el escenario, con una coreografía propia que ha supuesto una de las mayores trabas. Las acrobacias de Gómez, puro arte circense, han llevado también al elenco "al límite" en la obra, que se instalará seis meses en Madrid tras su paso por A Coruña.