Nací en Cariño, aunque mis padres, Manuel y Rosa, me trajeron a vivir a esta ciudad cuando tan solo tenía dos años junto con mis hermanos Josefa, Germán y Luis. Nos instalamos en la calle Sinforiano López, en el barrio conocido como el Gurugú porque tras la guerra de África muchos soldados se vinieron a vivir a esta zona, en la que se edificaron casas de planta baja, en una de las cuales vivimos nosotros.

Mi padre fue maquinista de pesqueros de vapor de la armadora Rodríguez Rincón, en la que trabajó en los barcos El Malén, José María y José Fernando, que faenaban en el Gran Sol, aunque también hizo campañas de pesca de bacalao en Terranova. Mi primer colegio fue el de Juana Cancelada, donde tuve como profesoras a Marujita Puga y Manolita. A los ocho años me cambié a los Salesianos, donde estudié cinco años y tuve como compañeros a Toñito Ponte, Eliseo Parada, los hermanos Osuna, Antonio González, los hermanos Meilán Gil, los Maristany, Tomé y los hermanos Suevos.

A los trece años tuve que dejar de estudiar para ponerme a trabajar, al igual que muchos de mis amigos, ya que eran años muy duros para la mayoría de las familias. Mi primer empleo fue en la Droguería Gallega, en Santa Catalina, donde entré como aprendiz y recadero, tras lo que pasé a los Laboratorios Made, en Federico Tapia, como encargado de almacén. Posteriormente entré en la empresa de bombillas Metal Mazda en la calle Caballeros, donde fui el encargado durante dieciséis años hasta su cierre, por lo que después fui responsable de personal en la Congeladora Coruñesa hasta mi jubilación.

Mis amigos de infancia y juventud fueron Eugenio Cordal, los hermanos Lorenzo, los Pombo, Fuentes, Sanjuán, los Pardavila, Antonio Perillo, los Nieves, los Segade, los Frade, Licha y su hermana gemela. Jugábamos en el antiguo Palacete de Santa Margarita, hoy la Casa de las Ciencias, que entonces era solo una estructura metálica, donde dejábamos a secar los pulpos y arenques que pescábamos y con los que nos dábamos unos buenos banquetes.

También me acuerdo del suceso que vivió mi pandilla cuando se construía en la entrada del parque la primera de los casas de Sindicatos, ya que una zanja en la que trabajaban seis obreros se derrumbó y les sepultó, por lo que nos lanzamos a desenterrarlos y yo salí corriendo a pedir ayuda a los vecinos. Entre todos conseguimos sacarlos a todos vivos y solo con algunas heridas.

Cuando íbamos al cine Hércules nos colábamos para ver los combates de boxeo que se hacían allí entre conocidos boxeadores, como Pardo, Cameselle, Gerindote, Beltrán y Vidal. Al empezar a trabajar también comencé a jugar al fútbol en el Unión Sportiva junto con mi hermano Germán.

Recuerdo que llevábamos el material del equipo en una carretilla hasta el campo de la Granja, donde teníamos que vigilarla porque no había donde guardarla. Jugué durante quince años en ese club hasta que tuve que retirarme por una lesión y después de haber sido campeón local en las temporadas 57/58 y 60/61 contra el Silva y el Sada respectivamente tras las finales disputadas en Riazor. En la actualidad sigo en el club, del que soy el socio número dos y en el que pasé por todos los cargos menos el de presidente porque lo rechacé.

También fui árbitro de hockey sobre patines desde 1957, cuando se fundó la federación gallega y tuve como compañeros a Fresco, Adelino, Moskowich, Naya y Vales. Tuve el honor de arbitrar en el Mundial que se disputó en la ciudad en 1974 en el que España quedó campeona.

Me casé con Josefina Outón, con quien próximamente celebraré las bodas de platino, y tenemos una hija llamada Salomé que nos dio dos nietos, Diego y Raúl. Cuando nos casamos nos fuimos a vivir a Lonzas y posteriormente al Barrio de las Flores cuando terminó de construirse.

Testimonio recogido por Luis Longueira