El historiador Alberto González Remuiñán (A Coruña, 1988), acaba de recibir sobresaliente cum laude por su tesis La agricultura de las antiguas provincias de Betanzos y Coruña en la crisis del Antiguo Régimen según el catastro de Martín de Garay (1750-1820): conflictividad labriega e innovación en una agricultura orgánica. Es el culmen de cinco años de investigación como parte del grupo Histagra.

¿Cómo estudió la innovación en la agricultura?

En historiografía se habla de que la producción agrícola se intensifica desde mediados del siglo XVIII, hay una intensificación productiva. Hasta ahora en Galicia se había estudiado el catastro de Ensenada, en el siglo XVIII, y otras fuentes a mediados del XIX, pero había un vacío de datos. Yo trabajé principalmente con el catastro de Martín de Garay, que se realizó aproximadamente entre 1817 y 1821, y en él vemos cómo en esta época se habían producido ciertos cambios.

¿En qué sentido? ¿Hubo innovaciones técnicas?

No realmente. Era una cuestión de presión sobre la tierra. Hacía falta más comida y se intentó producir más en el mismo espacio. En Galicia las técnicas seguían siendo tradicionales, pero se ven cambios: si precisas más abono, necesitas ganado mejor alimentado. Así se ve como muchos prados pasaron de ser de secano a ser de regadío. Esta intensificación no conllevó que la gente viviese mejor, sigue siendo agricultura de subsistencia y aumentaba la población.

¿En base a qué dimensión estudia la conflictividad?

Estudié la contribución general, que era un impuesto directo. Hablando en llano, el IRPF antiguo. Gravaba los productos que se obtenían por la tierra, y también las rentas de oficios, comercio, etcétera, pero la tierra era lo más importante y lo más fácil de registrar. Se pagaba por cuotas determinadas por la administración, por las que se determinaba que un territorio debía pagar una cierta cantidad.

¿Se producían desigualdades a la hora de abonarla?

Sí, son importantes. El sistema de la contribución se administraba a nivel parroquial. En ciertas villas importantes se asentaba una junta para determinar las cuotas que estaba dirigida por los notables locales, los poderosos del pueblo. Esta gente controlaba el sistema y los mecanismos de poder, y tenía posibilidades de defraudar. Transmiten parte de su carga a los que no pueden eludirla, que son los de siempre, los más pobres. Estos defraudaban también, pero el sistema se protegía mediante cuotas: en este territorio se va a recaudar tanto, los ricos traspasan su carga a los pobres, y estos no podían eludirla y al final les tocaba pagar igual.

¿Cuándo comienza la resistencia a este impuesto?

Antes ya había fraudes, pero después de la guerra de Independencia se empieza a notar un vacío de poder, y la actitud desafiante de la gente aumenta. Antes se iba cubriendo, pero los fallos en la recaudación empiezan a ser muy importantes. Ves zonas, en la antigua provincia de A Coruña, cómo las cuotas de ciertas partes llevaban retraso de años.

¿Había particularidades en el caso de Galicia?

Aquí era mucho más difícil llevar los trabajos del catastro. Las parcelas son minúsculas. Aquí tienes una junta en Pontedeume, por ejemplo, administra 25 o 30 parroquias con la geografía de Galicia. Esto facilita la resistencia y dificulta el control. Tienes el invierno gallego, vete a una parroquia en la mitad de la montaña a hacer un registro de riqueza en octubre.

¿Qué medidas se tomaron para someterlos?

Finalmente desapareció ese sistema tributario, no solo por la presión de Galicia, sino de todo el país. Porque tenía muchas lagunas, por la resistencia de los contribuyentes y por las presiones de grupos privilegiados. También les gravaba a ellos.

¿Llegó a haber resistencia violenta o fue pasiva?

No fue nada violenta. Hubo resistencia activa, pues se presentaba quejas, se decía que la gente está muriéndose de hambre... Siempre se exagera, pero es cierto que no era un buen momento y que 1817 fue un año de cosechas muy malas. Pero la resistencia de la gente corriente y los más pobres era sobre todo pasiva.

¿Ha sido difícil mantener una investigación de cinco años sin ayudas públicas?

Al no tener beca lo tuvo que compatibilizar con otros trabajos, dando clases. La investigación tiene momentos muy complicados, pero siempre tuve el apoyo tanto de mi director como de compañeros de doctorado, y el de y mi familia y amigos.