El 30 de septiembre de 1757, el Consejo de Castilla ordena la prohibición de cualquier festejo o demostración pública que no tuviera autorización. Se trataba de acabar con cualquier atisbo de disidencia, de manifestación que quedara fuera de lo oficialmente establecido.

En este tiempo se producen una serie de prohibiciones que marcan toda una época: la detención y expropiación de bienes de todo aquel que perteneciera a la etnia gitana, el ostracismo de los francmasones y la expulsión de los jesuitas.

Bajo la protección que daba a los reyes el derecho divino, se pretende uniformar el país en costumbres y cultura. Por antigualla se pretende acabar también con una de las tradiciones locales más arraigadas del calendario coruñés: la Fiesta del Obispillo, celebrada en la parroquial de San Nicolás.

Era una fiesta que tenía por escenario las calles de la Pescadería. Como en buena parte de Europa, se nombraba en la festividad del santo, 6 de diciembre, a un niño como obispo y permanecía como tal hasta la festividad del 28 de diciembre, la de los Santos Inocentes. La fiesta aquí tenía sus matices.

San Nicolás era un santo que vivió en el siglo IV. Se le conoce como San Nicolás de Bari, allí reposan sus restos, o San Nicolás de Myra, lugar de donde fue obispo. Toda la hagiografía lo presenta como protector de los niños, de los viajantes y de los marineros. Como personaje, a lo largo del tiempo, varía su significado. Es patrón de Grecia, Rusia y Turquía. También es el personaje que acabará convirtiéndose en el Santa Klaus o el Papá Noel navideño.

Una de las leyendas que rodean su figura lo pone en relación con la protección de los marineros. En medio de un fuerte temporal, a punto de naufragar, la tripulación de un barco se encomienda a San Nicolás. En la misma cubierta del navío se aparece su figura encalmando las aguas milagrosamente. A partir de entonces pescadores, marineros y gente de la mar lo adoptan como patrón.

Siendo protector de la gente del mar no es de extrañar que su templo tenga una posición central en el núcleo originario de la Pescadería. La ciudad baja coruñesa se conformó con la gente marinera y el centro de esta barriada lo ocupa la iglesia de su patrón. La otra parroquia, la de San Jorge de Afuera, ocupaba el solar del actual Teatro Rosalía de Castro.

Alrededor de la parroquial de San Nicolás se va a celebrar, a modo de carnaval, la Fiesta del Obispillo. La víspera del 6 de diciembre, un estudiante de la cátedra de Gramática, vestido de obispo, y acompañado por otros a caballo, vestidos a modo de cardenales, y "multitud de birrias", enmascarados y a pie, recorren las calles.

Le siguen otros muchos que no son estudiantes. En procesión festiva recorren la Pescadería hasta que entran en la iglesia de San Nicolás. Llegan hasta el presbiterio y allí cantan las vísperas al Santo. La fiesta continúa fuera del templo. Toda la comitiva se dirige al domicilio de los padres o parientes del niño obispo. Allí espera una buena merienda. Se come en exceso y se abusa de la bebida. No faltaron ocasiones de desórdenes, "perjudiciales a la quietud pública y la buena crianza de la Juventud".

Eran razones de moral pública las que aconsejaban la prohibición de la fiesta. Además, los padres del niño obispo se veían obligados a "competencias en el gasto", que se añadían a los de enviar sus hijos al estudio. Por antigualla, por ser "perjudicial y nocivo", se insta a las autoridades locales a no permitir que en lo sucesivo se vuelva a ejecutar en la ciudad esta festividad.

Lo mismo ocurrió en buena parte de Europa. Esta celebración se enmarca en las fiestas que, de origen pagano, se celebran en el mes de diciembre. Buena parte del mes se celebran las saturnales, donde un personaje que representa una autoridad, religiosa o civil, recorre las calles acompañado por una comitiva alegre. La celebración termina con una copiosa comida. Pese a los diferentes intentos de prohibición, la fiesta pervivió como mínimo, desde sus orígenes en la Edad Media, hasta el siglo XIX. Ejemplos de este tipo de festejos se conservan hoy, aunque sea en la memoria, en buena parte del interior de Galicia.

Similar a la festividad coruñesa se conocieron también celebraciones en Gran Bretaña, Alemania, Francia o Italia. Desde los años setenta se invierte la tendencia. Se pretende recuperarla como representación de la humildad del poder eclesiástico. En las catedrales e iglesias de Westminster, Salisbury, Herefond o Chavagnes se recupera el rito del entronamiento de un niño como obispo. Ahora cuenta con la bendición episcopal. En Monserrat, con la celebración del bisbetó, en Burgos o en Palencia, la Fiesta del Obispillo conforma hoy uno de los actos centrales de las fiestas navideñas.