Desde su primer filme, Todos vós sodes capitáns, el éxito del cineasta Óliver Laxe ha sido una línea directa hacia las alturas. De hecho, su último largometraje, O que arde, ha cumplido la metáfora de forma literal. La obra del coruñés fue una de las escogidas por la aerolínea de un vuelo Pekín-Washington, en el que los pasajeros pudieron disfrutar del largometraje subtitulado al chino.