Un centro de menores no es una cárcel, y un joven que ha delinquido no es un caso perdido. Aunque se trata de una realidad, son muchos los bulos y prejuicios que la rodean, y por ello el abogado Vicente Bellón, impulsor de un proyecto de la Asociación Marola junto a la Xunta por la integración social de los chicos del Centro de Menores Concepción Arenal, hace especial hincapié en que algunas de las ideas más extendidas sobre esta problemática son erróneas, y en que "la gente tiene un pensamiento muy anticuado sobre los centros".

"No son reformatorios como los de antes. La medida que se le impone a un menor por cometer un delito es para ayudarle, porque un centro cuenta con equipos de psicólogos, profesores y educadores sociales que ayudan a los chicos y chicas que se han equivocado en algún momento a entender mejor este mundo y a conocer cuáles son sus libertades y sus deberes", explica Bellón.

La iniciativa de la Asociación Marola trata de promover el deporte entre los jóvenes en riesgo de exclusión social, especialmente en aquellos vinculados al centro de Palavea, para educarlos en valores y fomentar la integración en un momento que Bellón describe "como el más difícil del proceso": cuando cumplen 18 años. Y es que es a partir de esa edad cuando pasan a ser considerados adultos por la sociedad y por la ley, aunque el abogado insiste en que muchos de ellos "continúan siendo críos".

"A día de hoy un chico de 18 años depende de sus padres. El problema es que la mayoría de los chicos del centro no tienen unos padres de los que depender, por el motivo que sea", comenta. "Cuando salen del centro se sienten solos, no tienen un proyecto vital, y algunos tampoco tienen a nadie que los quiera. El tener una madre o un padre cariñoso fuera es una realidad que para muchos de ellos no existe. Hay quien tiene amigos, pero no siempre son los mejores", añade Bellón.

Es en ese instante, el de la salida, cuando hay más posibilidades de recaer en aquello que los llevó al centro, normalmente los trapicheos, el consumo de alcohol o la violencia, según Bellón. "Salen del centro con ganas de cambiar y de hacer las cosas bien, pero la realidad es que el medio al que regresan es duro, los envuelve, y en ocasiones los arrastra de nuevo al caos", afirma.

Para acompañarlos en esta parte del camino, la asociación de Bellón intenta acercar a los jóvenes al fútbol y algunos de ellos forman parte del equipo de Monte Alto. "El deporte les enseña a esforzarse, a levantarse por las mañanas para entrenar, a convivir con otras personas y a competir de forma sana. Crean un mundo pequeño en el que pueden integrarse y hacer amigos, y en algún momento eso puede trascender a la sociedad", comenta Bellón. Pero no todo es darle patadas al balón, existen otras alternativas: "Este año vamos a intentar incluir el ciclismo. Entrenar un par de veces a la semana con ellos, y proponernos la meta de hacer el Camino de Santiago desde Roncesvalles cuando estemos preparados".

La Asociación Marola, en colaboración con la Xunta, también ofrece un programa de apoyo a la autonomía dirigido a los jóvenes de entre 18 y 25 años recién salidos del centro. "Queremos favorecer la emancipación de quienes no pueden volver a su entorno familiar y ofrecerles la posibilidad de vivir en un piso compartido. Están supervisados por un trabajador social, y la mayoría aprovechan esta oportunidad para estudiar una Formación Profesional, una carrera o para empezar a trabajar", explica el abogado.

Además de ampliar el abanico de actividades deportivas, Bellón aspira a que en un futuro no muy lejano puedan ofrecer más viviendas para estos jóvenes: "Peleamos año tras año para mejorar y crecer, y para poder ofrecer más cosas a estos chavales que al salir del centro quieren o necesitan seguir vinculados a él".

Ante todo, lo más importante es, según el abogado, que las personas dejen a un lado los prejuicios que existen en torno a quienes vienen de estos establecimientos, y que muchas veces impiden que puedan rehacer su vida. "La gente cree que el futuro de estos jóvenes es la cárcel, los ignoran y no les dan oportunidades. Tienen que entender que hay que colaborar y ayudarles, permitir que trabajen, que se sientan útiles, porque entre estos jóvenes está el futuro de todos nosotros", concluye Bellón.